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Restañar las heridas

Lo que el moreirato destruyó en 12 años, Miguel Riquelme ha tratado de reconstruirlo en dos, en algunos casos con mediano éxito. El daño provocado por la megadeuda es irreparable y permanente. Lo más que hasta ahora ha conseguido es ampliar los plazos de amortización para disponer de recursos y estar en condiciones de paliar la crisis financiera. En el imaginario colectivo, Humberto Moreira puede concitar menos aversión que Rubén, debido a su estilo populachero, pero su iracundia y misoginia revelan su ser verdadero.

Moreira I tiró por la borda lo alcanzado en una sucesión de gobiernos responsables. Repartir dinero del erario a manos llenas le granjeó simpatía en algunos sectores, pero la burbuja de la deuda le explotó en plena cara y acabó con su carrera política sin recibir castigo todavía.

Rubén Moreira ejerció el poder despóticamente y dominado por una megalomanía exacerbada. La soberbia caracterizó su sexenio. Reprimió a las oposiciones, persiguió a militantes del PRI y acosó a líderes empresariales y religiosos. Su inquina contra el Obispo de Saltillo, Raúl Vera López, es patológica. En su sexenio, el Mecanismo para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas se activó por denuncias de campañas de desprestigio en redes sociales, amenazas e intimidación.

El exalcalde panista Isidro López Villarreal lo acusó de espionaje, y cuando reclamó la entrega de 136 millones de pesos retenidos por la Secretaría de Finanzas, fue injuriado. “Acabo de recibir una llamada del gobernador Rubén Moreira insultándome y amenazándome por solicitar estos recursos que les corresponden a los saltillenses”, publicó en redes sociales.

Los Moreira andan por la vida como si tal cosa, pero bastaría que el Gobierno Federal dejara de hacer oídos sordos al clamor de justicia de los coahuilenses por la deuda, las empresas fantasma y otros desmanes, para invertir los papeles. También está pendiente la denuncia por crímenes de lesa humanidad cometidos en Allende y en el penal de Piedras Negras en los años negros del moreirato.

“La implicación de los Moreira fue denunciada el jueves 6 ante la Corte Penal Internacional (CPI), en una comunicación bajo el auspicio del Centro de Derechos Humanos Fray Juan de Larios, Familias Unidas en Busca de Personas Desaparecidas y la Federación Internacional de Derechos Humanos, con el respaldo de al menos otras 80 organizaciones de la Red Nacional de Organismos Civiles de Derechos Humanos Todos los Derechos para Todas y Todos (Red TDT)”, (Proceso, 08.07.17). De ahí viene la aversión del clan contra el obispo Vera.

Riquelme entendió el mensaje de las urnas y se ha abierto a las distintas corrientes políticas y sociales; también ha tendido puentes con los perseguidos por el moreirato. La relación con el PAN, que impugnó su victoria, es de entendimiento, y en el Congreso ha logrado su apoyo para controlar al Poder Judicial. ¿A cambio de qué? De posiciones y de futuras alianzas electorales.

Hasta ahora el Gobernador no se ha visto envuelto en escándalos ni ha tenido conflictos con Morena, pues como partido, en Coahuila, es inexistente, y su trato con el presidente López Obrador es de colaboración. Lo difícil de reconstruir es la confianza ciudadana. Al menos, mientras los latrocinios sigan impunes. Si la Fiscalía General de la República actúa primero, Morena habrá dado un paso importante para convertirse, en 2023, en el partido de la alternancia.

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