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Frente anti-AMLO (II)

Soriana aplicó a su accionista Pedro Luis Martín Bringas la misma receta utilizada por Vicente Fox contra Andrés Manuel López Obrador, cuando el primero era Presidente y el segundo, Jefe de Gobierno de Ciudad de México: lo «desaforó» como vocal suplente del Consejo de Administración de la principal cadena de autoservicio mexicana, sólo superada por Walmart. El movimiento de Fox victimizó a AMLO y lo puso en la antesala de Los Pinos en las elecciones de 2006. Felipe Calderón ganó por los pelos.

López Obrador se convirtió 12 años después en Presidente, y ahora es Martín Bringas quien, desde el Frente Nacional Anti-AMLO, pide su «remoción». ¿Devendrá el empresario lagunero en el Clouthier que el País y las desteñidas oposiciones necesitan para plantar cara al caudillo de la Cuarta Transformación? La vocación democrática exige, ante todo, sacrificio, renuncia y arrostrar riesgos. Pedro Luis no es un ciudadano cualquiera; y, menos, tonto. Sabe que la élite económica no goza de la simpatía general y por eso apela «a todas las clases sociales».

El sector privado ha sido históricamente estigmatizado en nuestro país, pero es necesario distinguir el capitalismo clientelista del vasto empresariado sin conexiones políticas. El primero es beneficiario y el segundo víctima del sistema. El premio Nobel de Economía 2000, James Heckman, advierte al respecto: «México tiene una cultura política y económica de capitalismo de amigos, la cual ha protegido la creación de monopolios». El fenómeno se exacerbó en los sexenios de Salinas de Gortari y Peña Nieto, pero dista mucho de ser nuevo.

Ejemplo de esa simbiosis es el estadunidense William O. Jenkins (1878-1963) cuya laboriosidad, astucia, ingenio y espíritu calvinista le permitieron acumular una de las mayores fortunas de México a medida que el sistema fundado por Calles se consolidaba. Sin embargo, el imperio no habría sido posible sin sus relaciones con los Ávila Camacho (Maximino y Manuel, cuya campaña presidencial cofinanció) y los gobernadores de Puebla donde se instaló después de haber pasado cortas temporadas en Monterrey y Aguascalientes.

Acusado de autosecuestro, Jenkins utilizaba prestanombres y otros artilugios para evadir al fisco de México y Estados Unidos. Antes de que el presidente Lázaro Cárdenas le expropiara el latifundio de Atencingo —la primera joya de su corona—, se lo entregó al Gobierno; lo mismo hicieron otros terratenientes para congraciarse con el general. La pérdida la recuperó con creces en el gobierno de Ávila Camacho. Mentor, socio y amigo de Manuel Espinosa Yglesias y Gabriel Alarcón, quienes no siempre le jugaron limpio, este precursor de la plutocracia nacional es reconocido como el Carlos Slim de su época. En 1954 creó la Fundación Mary Street Jenkins -en honor de su esposa-, a la cual cedió su fortuna.

El recorrido del periodista Andrew Paxman por la biografía de este controvertido personaje -causante de un conflicto diplomático entre México y Estados Unidos durante la presidencia de Venustiano Carranza-, en el libro En busca del señor Jenkins. Dinero, poder y gringofobia en México (Debate/ CIDE), ayuda a entender el arraigado sentimiento de amplios sectores de la población contra la oligarquía. «El dinero pasa al correr por muchos lodazales», nos recuerda Jacinto Banavente. La mayoría de los empresarios del país no goza de privilegios; se cuece aparte.

Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx.

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