En ensayo póstumo, el filósofo polaco Zygmunt Bauman precisa: “Podemos recapitular la historia de la humanidad hasta arribar a las formaciones políticas actuales, y encontraremos que todas ellas ponen un ‘nosotros’ frente a un ‘ellos’”. En las cuales, “cada uno cumple con la doble función de unirse “a su nosotros” mientras se desentiende de “los otros” o de “ellos”.
La historia, insiste Bauman, confirma esa dicotomía al afirmar su presencia desde “las hordas de cazadores-recolectores (…) hasta llegar a las naciones-Estado o ‘súper-Estados’ contemporáneos (…)”.
Y concluye: “esta división de los humanos entre ‘nosotros’ y ‘ellos’ ha sido un rasgo inseparable del modo humano de estar-en-el-mundo durante toda la historia de la especie”.
“El nosotros” y “el ellos” han adquirido distintos rostros a lo largo de la historia, pero el poder ha sido el factor decisivo para establecer esa división: las castas, los estamentos feudales y las clases sociales son ejemplos de ello.
La ilustración hermanada a la Revolución Francesa fue un intento por afirmar “el nosotros” como una totalidad indivisible, pero fracasó.
Igual suerte corrieron las distintas revoluciones abrevadas en ese mismo origen, pero inspiradas en Karl Marx: Stalin, Mao, Pol Pot y Fidel Castro, entre otros, dan cuenta de ello.
La democracia también erró “en (su esfuerzo) por ampliar el concepto del ‘nosotros’ y las prácticas de la cohabitación, la cooperación y la solidaridad humanas hasta abarcar el conjunto de la humanidad”.
Por ende, en lo económico, ideológico o político; en la sexualidad, etnicidad, raza y religión, existe una constante reafirmación del “nosotros” contra “ellos” para “reforzar identidades, trazar fronteras y levantar muros” en medio de “un clima -como lo precisa Bauman- de desconfianza mutua (y apriorística), recelo y competencia a degüello y, en (el cual), las semillas del espíritu colectivo y de la ayuda mutua se asfixian, se marchitan y decaen (…)”.
Por ello: ¿cómo podremos construir un Nosotros?
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