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‘EL PADRINO’

Era una calurosa tarde de mayo. Los 40 grados de rigor se dejaban sentir en Monterrey.

Y qué mejor que una invitación de “El Padrino” para ver la Final de la Champions League del Real Madrid contra Liverpool.

Hay que decir que el tipo era de muy buen vivir, le gustaba lo bueno, vaya. El buen comer, el buen beber y el buen vestir.

Casi casi sacaba media vaca para asar en su espaciosa palapa, que estaba al lado de una albercota.

Así que pues nos fuimos a su casa a ver el partido.

“El Padrino”, aunque nunca se destacó por su atletisismo, era fan del Real Madrid. ¡Ufff!

Hasta se ufanaba de haber visitado la Madre Patria en varias ocasiones y de haber pisado el mismísmo Estadio Santiago Bernabeu, ése donde Hugo Sánchez se cansó de hacer goles.

El juego fue lo de menos, pero hay que comentar que el Madrid ganó 3 a 1.

Aquel día hubo dos pifias del portero del Liverpool, Loris Karius, quien, traicionando la sangre fría alemana que debería de tener, cometió dos cagazones que no se las manda ni un portero de la Liga de Veteranos de Futbol 7.

Más adelante muchos dijeron que había sufrido una conmoción por un golpe que le dieron los madrilistas, que estaba mareado, que no debió jugar… el hecho es que la cagó al doble.

¿Que por qué recuerdo ese juego?

Porque fue hace dos años y fue la última Final que disfruté con “El Padrino”.

En el desgraciado mes de febrero del 2019, un ataque cardiaco fulminante acabó con la vida de mi amigo.

Así que me invadió la nostalgia.

Por estas fechas se debió haber disputando la Final de la Champions, pero no será así y quién sabe cuándo programen el juego.

Debería de estarme alistando para ir a casa de “El Padrino”, para comer carne asada y disfrutar de un largo tercer tiempo con cheves, whisky, mezcal o lo que hubiera en su atiborrada barra.

Sin embargo, la vida es como el futbol y tiene principio y fin.

Por ahí leí que hay quien dice que el futbol no tiene nada qué ver con la vida. A lo mejor saben algo de futbol, pero de la vida se me hace que no tienen ni puta idea.

¡Hasta siempre, “Padrino”!

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