La vejez no es una enfermedad, sino un privilegio. Y más aún: que puede ser una etapa productiva, lúcida, elegante y creativa.
Hace algunos días en todo el país se celebró el Día del Abuelo. Y también, como cada año, circularon las mismas imágenes: adultos mayores abandonados, haciendo fila para recibir despensas, trabajando bajo el sol para sobrevivir. Nos conmueven por un día… y luego los volvemos invisibles.
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¿Por qué nos cuesta tanto aceptar la vejez como una etapa valiosa, activa y legítima? ¿por qué seguimos vinculando el envejecimiento con obsolescencia, carga o tristeza? ¿por qué asumimos que, al llegar a cierta edad, alguien debe cuidar de ti… como si dejaras de tener control sobre tu vida?
Y es que en la cultura de la eterna juventud nos ha hecho olvidar que la vejez no es una enfermedad, sino un privilegio. Y más aún: que puede ser una etapa productiva, lúcida, elegante y creativa, si dejamos de imponer el estigma de “ya estás grande, tú ya no puedes”.
Esta semana vi una película en Netflix que me recordó justo eso. Se llama “El club del crimen de los jueves”, donde aparecen Price Brosnan y Helen Mirren, entre otros excelentes actores. La premisa es simple, pero brillante: un grupo de adultos mayores se convierten en investigadores amateur de crímenes. No desde la torpeza o la ingenuidad, sino desde su experiencia, inteligencia, y habilidades que aún poseen. Uno fue espía, otra psicóloga, otra enfermera. No son caricaturas: son personas completas, complejas, con memoria, con capacidad y con la experiencia que sólo los años pueden dar.

No puede evitar pensar … ¿por qué no tenemos esa cultura?, ¿por qué no diseñamos una vejez que no dependa de la piedad de otros, sino de nuestra preparación, de nuestras pasiones, de nuestro deseo de seguir siendo útiles para nosotros mismos?, ¿por qué nos da tanto miedo envejecer?, y ¿por qué, consientes o no, perdemos la paciencia con las personas de la tercera edad?
Justo en el marco del Día del Abuelo, en un programa de radio entrevistaron a un señor de la tercera edad y orgulloso contaba que era egresado de la UNAM, pero que desde los 40’s, empezó a ser una persona invisible para las empresas, después para sus hijos y nietos.
Acabo de llegar al quinto piso, y constantemente me preguntan: ¿quién te va a cuidar cuando seas grande?, pero … ¿por qué asumir que alguien debe cuidarnos al envejecer?, ¿por qué no puedo aspirar a una vejez donde me cuide yo?, ¿dónde mi cerebro, mi cuerpo y mi propósito aún tengan espacio?
El problema no es envejecer, sino que no nos preparan para envejecer con poder y autonomía. Tengo amigas que les aterra la idea de llegar a los 70’s, para mí sería maravilloso llegar a esa edad y aún conservar el entusiasmo por la vida.
Quizá es momento de dejar de preguntarnos quién nos cuidará… y empezar a construir una vida que no se derrumbe cuando lleguen las canas. Porque envejecer no significa dejar de vivir; significa vivir con más historia y con otras prioridades. Y sí, también con estilo, como esas mujeres del “Club del Crimen de los Jueves”: con arrugas, con canas, y con una elegancia que ya quisieran muchas de treintañeras tener.
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Nos leemos, la próxima vez. Hasta entonces.

Verónica Valencia
VERÓNICA VALENCIA GÓMEZ es periodista especializada en Tecnologías de la Información, cuenta con una maestría en marketing digital. Es consultora de comunicación y mercadotecnia en Vaes Comunicación. Ha trabajado en periódicos como Grupo Reforma, Milenio y El Mañana de Reynosa.