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Los tres destinos de Miguel

Prólogo.

La vida, decía el poeta irlandés W.B. Yeats, “se torna siempre trágica a la larga, por estar determinada por realidades remotas e incognoscibles”.

Yeats, al igual que los filósofos griegos, imaginaba el destino del hombre como trágico, único e inescapable y, por tanto, determinado de manera sobrenatural desde su nacimiento.

Sin embargo, hoy sabemos que el hombre construye bajo su propia responsabilidad, a lo largo de su vida, no uno, sino varios destinos, con un final inédito para cada uno de ellos. Entonces, la sabiduría del hombre para elegir su destino es la que determina sí este será trágico o feliz. Sin matices de por medio.

En su vida política Miguel Riquelme, Gobernador de Coahuila, ha superado los altibajos de su caminar para consolidar una credibilidad social, una fortaleza electoral y un control político muy por encima de sus antecesores inmediatos. Esos tres criterios, difíciles de encontrar en cualquier gobernador de partido indistinto, abren para Riquelme varios destinos posibles. Todos cincelados de manera metódica, diligente y estratégica.

Dependerá de la sabiduría de Miguel, blindada por los aprendizajes de los retos superados en su trayectoria política, la elección de su destino final. El cual, sin grises, podría ser trágico o feliz.

Consultemos al oráculo de la política (disfrazado como el oráculo de Delfos) para que sus preguntas nos ayuden a encontrar las respuestas.

Destino 1: Presidente del PRI.

¿Dejarán “Alito” y su equipo el poder cupular que desde el partido les permite lograr dos objetivos relacionados entre sí (mantener el poder al interior del PRI, lejos de los grupos tradicionales de Hidalgo, Atlacomulco y Sonora; utilizar el partido para salvar su propio pellejo)?

¿Qué capacidad de maniobra tendría Riquelme para hacer valer sus virtudes políticas (basadas en los tres criterios antes descritos) ante el poder avasallador y autoritario de “Alito” y su equipo?

Con un PRI nacional en decadencia, ¿qué rentabilidad le daría a Miguel –en su diálogo con la historia– dejar Coahuila, su legado y su candidato?

Debilitado Coahuila por su ausencia, ¿no podría Riquelme ser el último presidente priista de la historia –con las últimas dos derrotas tricolores en su alforja: estado de México y Coahuila?

Destino 2: Candidato a la Presidencia de la República por el PRI. Prerrequisito: ganar las elecciones en Coahuila en 2023.

De darse esa posibilidad en 2024; con una oposición –débil y desarticulada y un PRI contra las cuerdas–, ¿no corre Miguel el peligro de ser una figura decorativa para adornar el triunfo electoral de alguno de los tres candidatos morenistas?

¿Qué tanto eco tendría su candidatura –por su vinculación con “Alito” y su equipo– al interior del PRI, con los militantes, y al exterior, con los grupos políticos tradicionales priistas?

Dado el entorno de un PRI nacional en caída libre, ¿no correría Riquelme el riesgo de ser el candidato priista a la Presidencia que perdió el registro ante el INE por no alcanzar el mínimo de votos exigidos?

Destino 3: Senador por el PRI y líder fundacional del nuevo PRI. Prerrequisito: ganar las elecciones en Coahuila en 2023.

Es muy probable que en 2023, Coahuila sea el último bastión priista del país, ¿le alcanzaría a Riquelme ese triunfo para ganar la senaduría en 2024?

¿Podría Miguel, desde esa victoria electoral, repensar y liderar la refundación del PRI, con un logo distinto, una visión alternativa y un ideario social demócrata (real no simulado) para situar a esa nueva entidad partidista más allá del dinosáurico PRI, del anquilosado PAN y del atrofiado PRD?

¿Le bastarían a Riquelme sus virtudes acumuladas a lo largo de su biografía política –y consolidadas con el doble triunfo electoral en Coahuila y en la senaduría–, para relanzar con un nuevo rostro, un PRI ya zombificado?

Habló el oráculo de la política. Toca ahora a Miguel decidir su destino, y con su elección, el de Coahuila.

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