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Los ‘cholombianos’

Conocí a los «cholombianos» en mi primer viaje a Monterrey en 2001.

Era un domingo cualquiera. Un par de huercos se encontraban afuera de la Catedral bailando con una grabadora que emitía un sonido distorsionado y apenas perceptible, ante la mirada indiferente de las familias que transitaban de un lado a otro de la Macroplaza.

Nunca había visto ese tipo de baile ni en vivo ni en la televisión. El amigo lugareño de mi entonces novio era casi tan ignorante de «La Cholombiana» como nosotros.

Nos dijo que eran gente de fuera, mezcla de migrantes sureños y pochos que venían del norte con costumbres raras, totalmente ajenos a la muy católica y decente sociedad regiomontana, que se podía identificar únicamente con la música ranchera, la buena carne y el futbol.

Los «cholombianos» pues, no podían ser regios.

La Policía frecuentemente llegaba a quitarlos del espacio público para que no incomodaran a los transeúntes con su extravagante extranjería.

El amigo ignorante también hizo énfasis en que los «cholombianos» eran gente de los barrios bajos. Allá no usaban la palabra «naco», pero creo que a eso se refería.

Claro que todo esto que cuento fue antes de la remodelación de la Macroplaza, antes de la guerra y antes de que el País se convirtiera en una imparable llaga en expansión.

Poco tiempo después se puso de moda El Gran Silencio, que hizo bailar a toda la juventud mexicana con el «Chúntaro style,» el cual copiaba descaradamente los pasos inventados por los «cholombianos».

«La Cholombiana» fue así remasterizada y convertida en un fenómeno de marketing.

Para mí los «cholombianos», el chúntaro y la avanzada regia en general eran como esas flores que nacen en los intersticios del pavimento, lo más precioso que tiene Monterrey, lo más auténticamente regio, pues no existe en ningún otro lado.

No imaginábamos que después de eso iba a venir la guerra y que ella se lo iba a llevar todo, dejando una generación entera de muertos vivientes.

Monterrey nunca será lo mismo sin su escena underground. Nosotros tampoco somos los mismos.

Por pura nostalgia, cuando hablo de los «cholombianos» digo de broma que son la última frontera de la civilización latinoamericana.

Debería decir «eran,» pero me resisto. De algo de eso trata «Ya no estoy aquí.»

Adela Cedillo es Doctora en Historia de América Latina por la Universidad de Wisconsin-Madison Es licenciada en Historia y maestra en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha publicado artículos en revistas indexadas y de divulgación y capítulos en obras colectivas sobre la Guerra Sucia mexicana, las organizaciones armadas revolucionarias, los derechos humanos y la guerra contra las drogas.

Tw @Eliseirena

Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autora, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx.

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Adela Cedillo

Doctora en Historia de América Latina por la Universidad de Wisconsin-Madison Es licenciada en Historia y maestra en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha publicado artículos en revistas indexadas y de divulgación y capítulos en obras colectivas sobre la guerra sucia mexicana, las organizaciones armadas revolucionarias, los derechos humanos y la guerra contra las drogas.

Tw @Eliseirena