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Los cañaverales de Linares

Los cañaverales en las haciendas de la Villa de San Felipe de Linares eran abundantes.

En el testamento de doña Agustina del Valle de la Garza se aprecia el caudal en bienes y tierras que tiene la familia Del Valle, luego trascenderá en la historia no sólo de Linares, sino deNuevo León, el apellido García del Valle.

Leamos:
«Y también declaro por bienes míos un cañaveral que tengo en los términos de esa ciudad, el que es mi voluntad para el año venidero, se beneficien de cuenta del mismo cañaveral y sacados todos sus costos de cañeros y molienda, el sobrante que resulte libre, se invierta en la obra de la Capilla del Señor de la Misericordia, usando del agua de mi beneficio y en igual de los dos peroles y molino, y hecha dicha cosecha, el cañaveral lo disfruten mientras dure, mi hermano don Ignacio del Valle».

En el juicio de la herencia de doña Agustina del Valle queda en evidencia la gran riqueza que en la agricultura (especialmente de caña de azúcar y ganados mayores) tiene la flamante Ciudad de Linares, elevada a ese rango por el Rey de España en 1777.

Veinte años después, se erigirán las paredes y torre de lo que es la Capilla del Señor de la Misericordia.

Para entonces la influencia política de la familia del Valle había venido a menos, emergiendo en participación política.

Los Gómez de Castro, en especial don Blas, quien fue Alcalde de Linares, en los últimos años de 1700. Llegará a ser Gobernador de Nuevo León en los fragores de la lucha por la Independencia de México.

Don Blas José Gómez de Castro será Gobernador de lo que se ventila ya como el Estado de Nuevo León, de 1811 a 1813.

Para entonces la importancia de la Ciudad de Linares era relevante.

‘LA CEJA’: EL NUEVO LEÓN QUE SE NOS FUE

Rumbo al noreste del estado, por la carretera que va a Reynosa, ahí, ante de llegar al puente angosto que tenía el Río San Juan, antes de llegar a CHINA, estaba un pintoresco «comedero» llamado «La Ceja».

Exactamente a mitad del camino entre Monterrey y Reynosa.

En su tiempo era atendido por expertos cocineros que se prodigaban en su arte de ofrecer buenas comidas.

El decorado de su frontispicio era de piedra y se ofrecía toda clase de curiosidades a la venta. Un «vaso» de agua adornaba el paisaje, que hoy ocupa la presa «El Cuchillo».

El turismo local y extranjero gozaba al llegar al restaurante «La Ceja» porque encontraba siempre la gentileza del norteño, del mexicano del norte, franco, sencillo y amante del buen comer.

Y ahí, en «La Ceja», bien qué se servía, bien qué se alimentaba.

¡Qué lástima que ese recreativo emblemático de la cultura norestense se haya ido, como se han ido otros tesoros de nuestra identidad cultural!

Queda al menos la esperanza que el complejo turístico que se implementa en la presa «El Cuchillo» rescate ese emblemático lugar que fue «La Ceja», ahí en el Municipio de China, Nuevo Léon.

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