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Hablemos de Dios 254

Con Internet, todo mundo se ha olvidado de sí mismo. Ya nadie se pregunta por las cosas trascendentales y fuertes de nuestra vida, lo que precisamente nos hace humanos. Y no hay nada más humano y trascendental que… pensar. Ser uno mismo, ser una persona (sonar por sí misma).

Cuando el maestro Jesucristo andaba predicando, paseando, vagando, filosofando o como usted guste llamarle, estaba por el rumbo de un distrito romano, Cesarea de Filipo. Iba caminando con sus discípulos, cuando les hizo dos preguntas capitales, las cuales siguen resonando al día de hoy y por siempre: “Según el parecer de la gente, ¿quién es este hijo del hombre?”.

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La segunda pregunta fue más dura y certera: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Lo anterior usted lo puede leer en Mateo (16. 13:20).

Tener claridad sobre lo que somos, lo que anhelamos, lo que buscamos, lo que queremos; es decir, tener claridad sobre nuestra identidad y conocernos, es casi estar del otro lado, del lado bueno de la vida, sin que los vaivenes terrenos nos hagan nada. Absolutamente nada.

Es difícil, lleva toda la vida, pero quien se conoce a sí mismo, es inmune por siempre a cualquier embate de esos llamados humanos que nos rodean. Humanos con mala leche, pues. Hay una sola verdad y esa verdad más temprano que tarde aflora. ¿Jesucristo sabía quién era? Absolutamente sí.

Por eso jamás dudó en su vida terrena. En los Evangelios ochenta veces se refiere a sí mismo como “hijo del hombre”. Es decir, hijo de su padre, hijo de Dios… si no es que Dios mismo. El Mesías encarnado. Situación y tema para explorar teológica y hermenéuticamente lo cual luego haremos.

Por hoy, nos centramos en la pregunta que les hizo a sus discípulos: “¿Quién dicen que soy yo?”. ¿Quién es usted lector? ¿Usted qué respondería y cómo se definiría a sí mismo? ¿Un obrero, un escultor, un mecánico, un profesor, un empresario, un político? ¿Somos la profesión u oficio que elegimos en la vida? ¿Eso somos? ¿Es usted un padre de familia, un bombero, un buen hijo, un estudiante, un aguerrido periodista?

Vamos a explorar una posible respuesta de la mano de un poeta, el inconmensurable José Emilio Pacheco, según las notas de su servidor, el único mexicano en ganar dos máximos galardones internacionales: el Reina Sofía y claro, la antesala del Nobel: el Cervantes. Leamos un poema de Pacheco titulado precisamente “Preguntas”:

“Total misterio a cada instante la vida.

¿Quién soy, para qué estoy aquí, Qué va a pasar de ahora en adelante conmigo?
No lo sé,

Nunca lo sabré.

Vivir.

Es encarnar esta ignorancia sin fondo”.

Esto y no otra cosa es alta filosofía señor lector. Una filosofía eterna y entera. ¿Importan más los estímulos externos (comida, bebida, calor, frío, lluvia…) o los estímulos internos (templanza, dominio de carácter, rectitud; si no también, venganza, ira, envidia, celos…)? ¿Si a usted alguien lo señala como un buen borracho o un buen glotón, usted qué haría? Entonces ¿qué diría usted de usted mismo al saber lo anterior?

ESQUINA-BAJAN

¿Quién puede sustraerse a los placeres de la gula o el alcohol? Caray, pocos. Pocas mujeres y hombres los cuales gozan y tienen armonía en su cuerpo y en su cabeza. ¿Yo? Prefiero mis pecados y toxinas a ser un asceta. Lea lo siguiente del poeta romántico por antonomasia, Víctor Hugo: “¡Señores, qué divino es el hombre,/ Dios tan sólo hizo el agua, pero el hombre hizo el vino!”.

La gula (la glotonería) es un pecado capital. Exceso en la comida y la bebida, exceso el cual se practica con ansia. La glotonería aparece varias veces en la Biblia: (Deuteronomio, Tito y Romanos).

Vamos bien, pues sí, pero da la casualidad de un detalle: ni el maestro Jesucristo pudo sustraerse a ello. Fue acusado de glotón y bebedor. En traducción al lenguaje de hoy: lo acusaron de borracho. Lo anterior usted lo puede leer en Marcos 2, 13.17. Y fue acusado en su momento de otras linduras de la mala vida. O buena vida, según sea su enfoque lector. No están reñidas y sí se complementan.

Jesús estuvo en el ojo del escándalo y fue hijo del huracán, siempre. Nada lo detuvo. ¿Lloró? Sí. ¿Fue preso de la ira? Sí. ¿Reprendió a los despatarrados discípulos que escogió? Sí. ¿Fue tentado por la maldad? Sí.

Pero su vida es un ejemplo y yo imagino su vida como una página en blanco para escribirla y reescribirla nosotros, tristes y pálidos mortales bajo sus enseñanzas. El futuro no existe, vaya, usted y yo lo sabemos, pero sí lo podemos forjar. Lo debemos de forjar porque es nuestro llamado de vida y no de muerte. Nutrirnos del pasado y forjar el futuro con un presente acaso, siempre ardiendo. Siempre en llamas por la vida misma.

Le preguntaron a Jesucristo “¿Eres tú el Mesías, el hijo del Dios bendito?”. Duro, alto, elegante, sin pizca de duda, el maestro dijo, no obstante ir directo al matadero: “Yo soy” Marcos 14. 61-62.

LETRAS MINÚSCULAS

Usted es hijo de Dios. Nunca, jamás tenga miedo…

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JESÚS CEDILLO

Periodista, escritor y poeta, con más de 40 años en la legua cultural y explorando el mundo.

Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx

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