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El padrino del prianato

Carlos Salinas de Gortari empezó su sexenio con un golpe de efecto para ocultar el fraude que lo instaló en la Presidencia: el 10 de enero de 1989, el Ejército detuvo al Secretario General del Sindicato Petrolero, Joaquín Hernández Galicia, y a otros líderes del gremio –siempre se ha utilizado a las Fuerzas Armadas en tareas distintas a su función–.

Un cadáver y un arsenal fueron previamente sembrados en la casa de “La Quina”, quien recibió una sentencia de 35 años por homicidio y posesión ilegal de armas. ¿El pecado? Haber apoyado al candidato presidencial del Frente Democrático Nacional, Cuauhtémoc Cárdenas. El “quinazo” produjo un nuevo cacique: Carlos Romero Deschamps. En 1997, el presidente Ernesto Zedillo amnistió a “La Quina”.

Salinas dio rienda suelta a sus pasiones. También detuvo a su excompañero de Gabinete, Eduardo Pesqueira Olea (Agricultura), por supuesto enriquecimiento ilícito. ¿El “delito” real? Burlarse de él, en una cena, cuando era Secretario de Programación y Presupuesto.

En 1991, Ramón Aguirre Velázquez, quien le disputó la nominación presidencial, no rindió protesta como Gobernador de Guanajuato por presiones de Salinas y del candidato opositor Vicente Fox. En la primera “concertacesión” con el PAN, el Presidente nombró de interino a Carlos Medina Plascencia. Fox ganó la Gubernatura en 1995 y de ahí brincó a Los Pinos.

“El orgullo de Agualeguas” encabezó uno de los gobiernos más venales. “Al final de su sexenio Salinas de Gortari había gastado cerca de mil millones de dólares de su partida secreta, casi el triple de lo que utilizó Miguel de la Madrid. Su promedio anual de gastos secretos era de 143 millones de dólares, lo cual significaba que cada día podía gastar 390 mil dólares, sin contar con sus honorarios, que eran de 60 mil dólares anuales” (Tragicomedia mexicana, José Agustín).

En el salinato floreció el capitalismo de compadres. El trato preferencial al gran capital y la privatización de paraestatales como Telmex y Altos Hornos de México generaron nuevos monopolios y una oligarquía predadora alineada al poder, pero de espaldas al país.

“Indigna conocer casos de impunidad que son resultado del abuso de autoridad, la venalidad y la corrupción”, dijo el presidente Ernesto Zedillo en su toma de posesión. Ofreció emprender “una honda y genuina reforma” de los órganos encargados de procurar justicia, pues es “donde la incompetencia, la corrupción y la ruptura institucional son más frecuentes y de mayor daño para la seguridad de las personas”, apuntó.

El mayor golpe contra un expresidente, la corrupción y la impunidad lo ha dado Zedillo. El 28 de febrero de 1995, ordenó la detención de Raúl Salinas de Gortari bajo cargos de peculado, enriquecimiento ilícito y la autoría intelectual del asesinato de su excuñado José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del PRI.

Carlos Salinas se exilió en Irlanda para no exponerse. Vicente Fox liberó a Raúl, Calderón lo exoneró y la PGR, entonces a cargo de Eduardo Medina Mora, le descongeló 73 millones de dólares.

Controlado por el PRI y el PAN, el Senado premió a Medina con toga y birrete en la Suprema Corte de Justicia el 10 de marzo de 2015, a propuesta del presidente Peña Nieto. El 8 de octubre pasado renunció por una investigación de la Unidad de Inteligencia Financiera relacionada con transferencias bancarias cifradas en 107 millones de pesos. El exministro dijo ser objeto de “manipulación informativa”. Los movimientos –aclaró– fueron por 4.5 millones de pesos.

Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx.

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