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El gran engaño

Enrique Peña Nieto nos engañó a todos. En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (2011) no pudo citar tres de sus libros capitales y confundió autores. A Enrique Krauze le atribuyó La Silla del Águila de Carlos Fuentes, quien replicó con voz de profeta: “Este señor tiene derecho a no leerme. Lo que no tiene derecho es a ser Presidente de México a partir de la ignorancia, eso es lo grave” (BBC.Mundo, 13.12.12). Producto de la televisión basura, el orgullo de Atlacomulco resultó ser el Presidente más necio de la historia, y el más venal junto con Salinas y Alemán.

Lector de “algunos pasajes de la Biblia” en su adolescencia, hoy, sobrado de caudales y practicante fiel de la doctrina hankiana (“Un político pobre es un pobre político”), debería leer a Santiago. “Ahora les toca a los ricos: lloren laméntense porque les ha venido la desgracia. Los gusanos se han metido a sus reservas y la polilla se come sus vestidos, su oro y su plata se han oxidado. El óxido se levanta como acusador contra ustedes y como un fuego les devora las carnes. ¿Cómo han atesorado, si ya estamos en los últimos días?” (5, 1-3.)

Peña fingió ser analfabeto para confundir al enemigo. Debió leer e incluso memorizar las biografías de políticos corruptos célebres e incluso fantasear algunos títulos: Mi Tío Arturo: (Montiel). Ejemplo y Modelo de Virtudes; El Caso de un Prócer Inmolado. Y si plagió su tesis profesional, por qué no a García Márquez con una edición de coleccionista de Memorias de mis Putas Tristes.

El cachorro de la cleptocracia vive su propia cuarentena en un barrio de lujo de Madrid donde recuerda sus experiencias en Los Pinos. Seguramente superará en ventas las memorias de Barack Obama y su esposa Michelle, por cuyos derechos Penguin Random House pagó 65 millones de dólares. Cacahuates frente a los ahorros de Peña y su pandilla.

Mientras tanto, a Andrés Manuel López Obrador sus adversarios, aliancistas y grupos de poder no han dejado de hacerle “lo que el viento a Juárez”. La nota del mes la dio la Fiscalía General de la República por la denuncia de Emilio Lozoya Austin contra los expresidentes Peña Nieto, Felipe Calderón y Salinas de Gortari; los expresidenciables José Antonio Meade (PRI) y Ricardo Anaya (PAN); los gobernadores Francisco Javier García (Tamaulipas) y Francisco Domínguez (Querétaro); el exsecretario de Hacienda, Luis Videgaray, y el exdirector de Infonavit y vocero de Humberto Moreira en el PRI, David Penchina, entre otros representantes del PRIAN.

Reforma, El Universal, La Jornada, Excélsior, Milenio y otros diarios capitalinos dedicaron espacios secundarios a la reunión de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) de este jueves en San Luis Potosí. La figura fue el presidente López Obrador, a quien acompañaron los gobernadores de Morena, Claudia Sheinbaum (Ciudad de México), Cuitláhuac García (Veracruz), Miguel Barbosa (Puebla), Augusto López (Tabasco) y Jaime Bonilla (Baja California).

La lucha contra la corrupción y la impunidad explica en gran medida la fuerza y popularidad del presidente López Obrador. Así lo reconocen tirios y troyanos, entre los cuales hay críticos íntegros y legiones de plumíferos.

En Coahuila, al embeleco llamado Sistema Estatal Anticorrupción –donde Rubén manda y ordena– solo le falta una figura jurídica para estar completo: el Instituto para entregar a los Moreira lo que no alcanzaron a robarse.

Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx.

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