En , de:

Después del virus

La Covid-19 permanecerá en nuestras vidas, en los medios de comunicación, en las redes sociales y en la conversación cotidiana por mucho tiempo. Lo mismo ocurrió con el VIH/sida, el cual ya se ha cobrado más de 32 millones de vidas alrededor del mundo, entre la confirmación de los primeros casos en 1981 y el año pasado, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS). La agenda mediática seguirá centrada entonces en tres temas: uno secuencial, otro indeseado y el último anhelado: 1) la evolución del fenómeno y el declive de contagios y muertes; 2) nuevos brotes por descuidos o por suponer que el peligro ya pasó; y 3) el descubrimiento de la vacuna contra el patógeno, el cual, lamentablemente, llegó para quedarse.

Una de las lecciones del coronavirus es que de las crisis -sanitarias o de índole social, política o económica- se sale según se entra en ellas. Existen indicadores para proyectar el crecimiento, la pobreza y el empleo. También, alertas para advertir a las autoridades y a la población de sismos, huracanes y otros fenómenos. Las encuestas permiten vislumbrar el resultado de la próxima elección. Sin embargo, la ciencia aún no ha podido anticiparse al siguiente virus. Mientras, el estado de salud del planeta se deteriora aceleradamente y el cambio climático provoca nuevas calamidades.

Para los virus y las pandemias no existen recetas cuya aplicación produzca los mismos resultados. Depende de cómo haya tomado a cada país; de la confiabilidad y capacidad de sus líderes para gestionar la emergencia; de las condiciones del sistema sanitario y de la disciplina y estado general de la población para afrontarla. La política de privilegiar las ganancias y la recaudación sobre la salud, la publicidad engañosa, los malos hábitos alimenticios, el sedentarismo y la ausencia de planes para concienciar a la sociedad y revertir esas conductas, empiezan a pasar factura.

Después de China, India, Estados Unidos, Paquistán y Brasil, México es el país con más enfermos de diabetes en el mundo: 12.8 millones (Statista). Esa y otras patologías -presión arterial alta, enfermedades cardiacas y pulmonares y cáncer- pueden agravar los efectos de la Covid-19. El agotamiento y la impaciencia social por la cuarentena, el distanciamiento y otras restricciones impuestas por las autoridades son explicables. Máxime cuando, para millones de personas, la cesación de actividades no es opción, pues equivale, literalmente, a morir de hambre. La condición para salir es una: no arriesgarse ni exponer a otros.

Sorprendidos por una emergencia de proporciones inéditas que sacudió las estructuras de poder como ninguna otra, los jefes de Estado y de Gobierno han actuado según sus alcances y limitaciones. El comportamiento de la sociedad tampoco ha sido el mejor, pues mientras unos respetan las medidas de prevención, otros las desprecian. Los héroes de esta historia son los médicos, las enfermeras y todo el personal sanitario, sin cuyo compromiso la situación sería hoy más dramática.

Al final, cada cual será juzgado por sus actos. En el caso de las autoridades, el veredicto debe emitirse en las urnas según su desempeño y el resultado de su gestión frente a la crisis. Mientras tanto, no debemos permitir que el miedo y la incuria nos gobiernen. El mundo también superará esta adversidad. Lo importante es salir fortalecidos, aprender la lección, distinguir lo esencial de lo accesorio, lo coyuntural de lo trascendental, y buscar formas de convivencia más atentas a las necesidades de los demás.

Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx.

Comentarios