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Café Montaigne 366

El tema ha pegado harto debido a su generosa lectura, comentarios y apostillas. El tema ya no es mío, sino suyo. Sí, es hablar de la vejez y, claro, de mi vejez en particular. Como dice la filósofa colombiana de la canción, la cual tiene unas caderas redondas, voluptuosas y únicas, Shakira: “Siempre supe que es mejor / cuando hay que hablar de dos/ empezar por uno mismo…”. Le creo.

Hablo de mi vejez en particular y de la vejez en general. Lo más probable es lo siguiente: todo mundo es más joven y jovial a su servidor, aunque tengan algunos de mis amigos y amigas más de 80 años. ¿Yo? Pues yo estoy viejo, pero no avinagrado. Bueno, en varias etapas de mi vida sí lo he estado. Y regreso al mismo punto: tal vez, y sólo tal vez, la vejez sea una elección, como casi todo en la vida.

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Pero ojo, mi tirada de naipes es la siguiente: hablo –o trato de hablar– con donaire de la vejez, de ser anciano con muchos mañanas por delante, sin ocuparme mucho o casi nada del ayer. Tengo el ayer a la mano, y de eso nutro muchos de mis textos, pero siempre tengo el mañana como meta y fin de mi vida. Decía Gabriel Zaid que comprar libros eternamente y tenerlos sin leer en el anaquel respectivo es lo mejor que se puede hacer: un libro no leído es un proyecto de vida. Y para mi desgracia, es más lo que ignoro y no lo que he leído.

Una obra clásica al respecto, la cual – para mi fortuna– tengo en buena traducción en mis libreros, es “De la Senectud”, del pensador Cicerón: aquí se lee: “La gran edad, especialmente cuando se honra, tiene una influencia tan alta que otorga más valor que todos los placeres de la vida”. De entre el mar de sabiduría, el cual mana de las lecturas y relecturas de “El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha”, de don Miguel de Cervantes, en un bello párrafo se lee: “¿Qué es la vejez? Una visión literaria. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir”. ¡Grande don Cervantes!

Hago mías sus letras: llevo mi vida sobre los deseos, los cuales tengo de seguir viviendo en mi senectud. Muchos comentarios me han llegado de gente sabia (todos son más sabios a su servidor), los cuales me han manejado una retahíla de ideas bastante sobradas. Es el caso del abogado, el cual más sabe de Derecho Electoral en el Norte de México, don Gerardo Blanco Guerra. Puntillosas imágenes me ha comentado el contador y licenciado Rogelio Ochoa.

Desde algún lugar de la mar océano me han llegado epístolas del arponero y escritor Philippe Lowell. El escritor coahuilense avecindado en la Ciudad de México, Frank Stinkfoot, me ha enviado una larga epístola; me ha sugerido a ciertos autores y lecturas las cuales debo acometer inmediatamente. Y con una fraternidad acerada y en comunicación sin comunicarnos con palabras, salvo lo mínimo: el escritor Armando Oviedo, al leer mis letras, me ha hablado telefónicamente para comentarme lo siguiente: justo en este mismo instante está realizando una antología de poemas los cuales hablan de… la vejez. Acota él en un segundo: “mi vejez, poeta Cedillo, poemas y autores los cuales me hablan a mí”.

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Mucho por explorar debido a todos los comentarios recibidos. El crítico y cínico poeta y marinero, míster Philippe Lowell, quien lee y escribe en perfecto español y, claro, en su lengua materna, inglés de Inglaterra, me urge a releer toda la obra de Miguel de Cervantes para así darme cuenta del papel y tratamiento de sus personajes viejos y viejas en su obra toda. Claro, buen punto por explorar. Pero necesito otra vida para realizar y acometer semejante proyecto.

Le repito las líneas de nuestra tertulia pasada: en la Biblia hay alrededor de 80 citas (al parecer hay más, un lector, un pastor de una Iglesia me dijo de mi error. Estoy milimétricamente tratando de encontrar cada cita) sobre la vejez, ser viejo o vieja o la referencia a objetos, prendas y lugares donde se les define o adjetiva como viejos o viejas.

Y el punto es: en aquellos tiempos a cuánta edad se decía de uno ser viejo o vieja. Cuánto era el tiempo de vida sobre la tierra para un guerrero, una mujer en su casa, una sirvienta, un sacerdote, un ermitaño, un agricultor, un pastor de cabras, un artesano, un rey, un cacique… y creo usted ya notó a dónde voy: don Alonso Quijano acomete la osadía de irse a la aventura cuando tiene 50 años. Una edad impensable para empezar a “vivir”. Es decir, a los 50 años y bajo el zumbido de las novelas de aventuras y caballerías, dejando la placidez de sus aposentos, don Alonso Quijano busca… pasiones, aventuras, amores, libros; y en el límite de la cordura y/o locura, buscar liberar a la humanidad de la esclavitud de sí mismos. Ojo.

Me gusta mi vejez: soy una raya en el agua del mundo, una voluta de humo la cual se evapora poco a poco hasta desaparecer. No pienso en el ayer como horas perdidas, sino en el mañana como frutos por conseguir. ¿Todo tiempo pasado fue mejor? Para mí sí, sin duda. Pero no volteo a ver dicho tiempo con tristeza, sino con una mueca de sonrisa en mi rostro, pensando en todo lo cual se han perdido los muchachos (y los no tanto) hoy en día…

LETRAS MINÚSCULAS

En cuanto ir al gimnasio, claro que voy a ir… a ver señoritas de buen ver. Soy viejo, pero me quiero casar por tercera vez. Sin problema.

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JESÚS CEDILLO

Periodista, escritor y poeta, con más de 40 años en la legua cultural y explorando el mundo.

Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx