Hay alrededor de 80 citas bíblicas sobre la vejez, ser viejo o vieja; o la referencia a objetos, prendas y lugares donde se les define como viejos o viejas. Pero en aquellos tiempos, ¿a cuánta edad se decía que uno era viejo o vieja? Cuánto era el tiempo sobre la tierra de un guerrero, una mujer en su casa, una sirvienta, un sacerdote, un ermitaño, un agricultor, un pastor de cabras…
Verdor vs. Criterio. Rapidez vs. Templanza. Tómese este café conmigo, estimado lector, le va a gustar e interesar, como los anteriores de esta saga, la cual promete emociones fuertes, como siempre. Comenzamos de nuevo. Esta saga y tema dan para explorar todo un año, es decir, una trama para un libro de largo aliento.
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Las letras a explorar, la temática es la siguiente a desenrollar, como en dos textos anteriores: ¿Es malo, delicado y poco elegante aceptar que uno ya es viejo? Caray, no adulto mayor ni de la tercera edad, ¡basura!, sino lo aceptado por el lenguaje mismo: ser viejo.
Y con ello, lo siguiente: ¿la gran obra de creación artística es hija de la precocidad en los humanos (su genio excepcional en estado puro, trabajos nacidos casi del aire) o bien es resultado de la historia, madurez, semillas abonadas y cosecha recogida, no en la madurez, sino en el ocaso, en el invierno de la vida de los grandes creadores? No poca cosa a ensayar, deletrear a vuelapluma aunque sea, exponer y explorar las anteriores señas de identidad.
Lo creas o no, la señorita Lola siempre ha tenido debilidad por los caballeros de cierta edad. Y no sólo por eso…”, la cita es de Heinrich Mann. En el invierno de mi vida, más guapo y elegante a cualquier otro tiempo, permitidme mi vanagloria, señor lector: soy un imán para las jovencitas y las no tanto, también. Tengo 60 años, soy viejo y no pienso jamás ir al gimnasio para tener músculos de acero. Jamás se me dio. Hoy menos.
Prefiero el verbo y la impudencia a la ropa deportiva y a los jugos de hierbas “saludables”.
No soy herbívoro, no soy cabra, caray. Pero tampoco he abusado de la carne; mmm, bueno, de las femeninas sí: tortas de pierna, de muslo, lo cual es lo que más me encanta de las féminas de buen ver. Un rápido y sucinto paréntesis amoroso: alguna musa regiomontana, siempre regias, alguna vez me soltó como un disparo en el oído: “Oye, Jesús, siempre me has dicho que te encantan mis piernas completas, mis muslos redondos y lechosos, cosa que me gusta que me lo digas, siempre me los acaricias y dices que es la piel más suave que tus manos han recorrido… pero ¿por qué los haces a un lado con tanta rapidez para estar dentro de mí cuando te emocionas? Eh, a ver, ¿por qué, flaco?…”.
Rehago el discurso: el pensador Edward W. Said ha bautizado –con suficiencia– como “el estilo tardío” a la obra nacida de la pluma de escritores y músicos en el ocaso e invierno de su vida. Pero hay obras geniales y únicas de mozuelos, los cuales amaron a la Diosa Blanca de la creación, fueron tocados y amamantados por ella una sola vez o dos, y luego jamás volvieron a deletrear algo brillante. ¡Puf!
ESQUINA-BAJAN
Y en este especial caso, “tardíos” y brillantes en su creación y en el ocaso de sus vidas, fueron Giuseppe Verdi (música), Sófocles (teatro) o el mismo príncipe inglés William Shakespeare (poesía/dramaturgia). Avanzamos. El narrador portugués José Saramago empezó a publicar novelas y cuentos a los 70 años. ¿Era viejo o joven para los estándares de hoy en día? Lo conocí en Guadalajara y tengo un libro firmado por el Nobel lusitano. Se dedicaba al periodismo como forma de vida. Hoy es eterno.
El gringo nacionalizado inglés Raymond Chandler (1888-1959), como el autor de “Ensayo sobre la Ceguera”, tarde llegó a la literatura: publicó su primera novela a los 51 años –“El Sueño Eterno”–, aunque se dedicó a escribir de tiempo completo a partir de los 45 años.
Repito: Saramago es Premio Nobel de Literatura. Chandler es uno de los principales maestros de la novela negra norteamericana y creador de algunas de las tramas y sagas policiacas más recordadas en la historia literaria contemporánea, donde participa ese inspector, ese detective de nombre Philip Marlowe.
Pero lo anterior es de tremendo contraste con lo siguiente: el gran Lorenzo de Médici estaba llevando a cabo una misión diplomática a los 14 años; Thomas Jefferson escribió la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica a los 26 años. Uno de mis admirados humanos al cual santifico, el gran Alexandro, el Magno, a los 33 años y justo cuando moría, había conquistado la mayor parte del mundo civilizado y bárbaro en ese entonces. ¿Se necesita la precocidad o la madurez para la gran hazaña?
¿Usted es tan viejo como yo? ¿Usted recuerda la cinta, hoy de culto, “El Graduado”? Un joven y atractivo –como siempre– Dustin Hoffman (20 años al parecer) se acuesta con su suegra y le pone el “cuerno” a su joven novia con otras chicas antes de casarse; ella, la mamá de su novia, creo recordar, tiene 36 años. ¿Los personajes son viejos o jóvenes? ¿La trama es moral o inmoral? ¡Ay, Diosito! Este ya no es mi mundo.
LETRAS MINÚSCULAS
“No somos serios cuando tenemos 17 años”: Arthur Rimbaud. Hoy los ancianos en ropa deportiva y playeras no son nada serios.
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JESÚS CEDILLO
Periodista, escritor y poeta, con más de 40 años en la legua cultural y explorando el mundo.
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx