Soy poeta y peatón, como alguna vez lo deletreó en sus versos Jaime Sabines al asumirse así.
Y en honor a la verdad, el orden en mi vida así se cumple: primero la poesía, luego la caminata. O ambas cosas al mismo tiempo.
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Pero usted lo sabe, y lo dejamos por escrito en el texto pasado de “Café Montaigne”, mi ciudad, a la cual amo y detesto a partes iguales, mi Saltillo, ya no es la misma de mi infancia. Para bien y para mal. Por lo cual, en aras de lo anterior, es menester usar eso llamado transporte urbano. Una calamidad casi siempre en los últimos lustros.
Si de por sí el transporte público era y es un cáncer vivo y latente, con la pandemia del bicho chino, todo se fue al pozo del olvido. Un caos. La nada. En su momento –y creo aún es comal ardiente–, en la zona hospitalaria del Centro Metropolitano (donde se ubican el Hospital General del ISSSTE, el Hospital General, el Hospital Materno Infantil, la Cruz Roja y una iglesia a la cual he asistido reiteradamente a sus misas cantadas y ritos en latín y griego: la Iglesia de San Charbel, usted lo sabe, un santo, un monje de origen libanés, Charbel Makhlouf) sólo hay una ruta de combis la cual pasa por allí, debe de ser la VistaPostal, con un tiempo de espera de… 40 minutos. Y atacada hasta el moco de usuarios como yo. Y claro, aquello huele a… humanidad.
Así está toda la ciudad, mi ciudad. ¿Qué hacer? ¿Quejarse? ¿Repartir culpas? ¿Dejar pasar, dejar hacer? Para nada. El alcalde de mi ciudad, Javier Díaz, sin el menor temor, le puso números, planes, estrategia, dinero y diseñó, junto con su equipo, el mayor plan de movilidad urbana (no sólo autobuses gratis, ojo) del cual se tenga memoria en los últimos cuatro lustros.
Repase usted los números, los cuales son públicos: con el total y congruente respaldo del gobernador de Coahuila, Manolo Jiménez Salinas, “El Cowboy Urbano”, Javier “El Tritón” Díaz diseñó el programa “Aquí Vamos Gratis”. En traducción directa al cristiano es lo siguiente: al menos y al día de hoy, 35 camiones nuevos, de cama baja, climatizados (caray, se agradece), con servicio de Internet, con capacidad de hasta 77 pasajeros y una imagen fresca, colorida (la crestomatía visual cuenta), los cuales en su frecuencia de ruta no tardan más de 10 a 15 minutos en pasar en su hora pico. Una bendición.
Lo dijo “El Juglar”, el poeta José Alfredo Jiménez, en su reconocida tonada: “Las ciudades destruyen las costumbres…”. Usted y yo habitamos ciudades malditas, rudas, las cuales destruyen el tejido humano y la pacífica convivencia entre nosotros, los peatones y ciudadanos, a los cuales nos nombran “de a pie”. Y nosotros, usted y yo, somos eso, dignos peatones a los cuales los regidores del club de Morena… nos odian y nos minimizan por ser jodidos y pobres. Usted lo sabe, ante semejante programa de movilidad urbana, el cual se refleja en su bolsillo y en el mío, votaron en contra del programa “Aquí Vamos Gratis” los siguientes… políticos (en fin, iba a escribir un buen adjetivo y sustantivo de este club de poca monta), los cuales tienen nombre y apellido.
ESQUINA-BAJAN
Votaron en contra de semejante programa de beneficio público los siguientes “políticos” de Morena: el síndico de minoría, José Roberto Gabriel Martínez Salinas; los regidores, la inefable Alejandra Salazar Mejorado, Karla Daniela Ramos Macías, Rosaura Monroy Becerril y Ricardo Antonio Treviño Salinas. Todos ellos en contra de usted y de mí, señor lector y peatón.
Y un diputado federal, el cual es oscuro y siniestro, Antonio Lorenzo Castro Villarreal. Me cae bien, porque anda en bares y antros de baja estofa, como su servidor; anda atrás de musas de buen ver, como quien esto escribe. El problema de él es uno: es servidor público. ¿Yo? Yo soy escritor y periodista, y a usted me debo en mis letras. Sólo eso. Él tiene una grave responsabilidad, igual que la mía. Pero dicho diputado dilapida su poca pólvora en infiernillos locales. No le conozco, me gustaría invitarlo a buenos congales… así se dice, es mi mejor francés.
Más números: por lo pronto, hay dos rutas troncales ya saturadas, por lo demás. Ha sido un éxito. Las unidades salen a las 5:30 de la mañana y terminan recorrido a las 10:30 de la noche. Bien. Los choferes están capacitados y uniformados, como en Monterrey o Ciudad de México. Mínimo se están beneficiando más de 350 mil ciudadanos (como yo), los cuales no teníamos acceso a una ruta de transporte público en menos de 20 minutos caminando para pepenar un autobús.
No sé si para bien o para mal, pero queda poco o nada de mi ciudad con la cual yo crecí. Aunque mozuelo, me fui a vivir a las metrópolis: Monterrey, Guadalajara y México. Amo a mi ciudad. En el invierno de mi vida, aquí estoy, aunque mis acometidas son de rigor: a donde me llaman, voy. Me reconozco entonces en unos versos de José Emilio Pacheco: “En la ciudad por siempre a medio hacer, por siempre a medio destruir, abundaban en aquel tiempo los terrenos baldíos… El asfalto y los edificios avanzaban sobre tierras que hasta ayer habían sido campos y haciendas”. No más.
LETRAS MINÚSCULAS
Tengo un ligero problema: viajando en el programa “Aquí Vamos Gratis”, una bella musa me preguntó por el libro que leía. Se lo regalé, claro. Pero allí iba mi tarjeta. Valiendo madre. Cedillo llamando al alcalde: ¿cómo la repongo, señor?
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JESÚS CEDILLO
Periodista, escritor y poeta, con más de 40 años en la legua cultural y explorando el mundo.
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx