El año pasado, 2024, se cumplieron 215 años del nacimiento y 175 de la muerte del gran Edgar Allan Poe (1809-1849). Debo tener el 90 por ciento de la obra escrita por Allan Poe. El problema, como siempre, es uno: no la encuentro al momento de redactar esta nota. Lo estoy releyendo para un buen ensayo sobre su vida y obra. Pero ahora estoy con recopilaciones y antologías de sus textos.
En estos días debo encontrar, por ejemplo, sus cuentos completos editados por la mítica editorial Aguilar. En una de sus piezas perfectas, uno de sus textos más celebrados por todo mundo y en el mundo entero, en las palabras de Edgar Allan Poe escritas en “El Gato Negro”, reconocemos su poderío al haber dejado tatuado lo siguiente a fuego lento. Lea usted: “¿Qué enfermedad se puede comparar con el alcohol?”.
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Alcoholismo y vida. Mmm… No sé si decirlo, pero lo soy: tal vez soy alcohólico controlado. ¿Controlado? No hay un alcohólico controlado. No hay medias tintas ni paños tibios: se es o no se es. ¿Soy briago? Sí. ¿Pago mis cuentas? Siempre. A veces en abonos, pero siempre. ¿Soy un borracho? Sí. ¿Soy un borracho desobligado? Aún no llego a eso y espero no llegar jamás a ello.
En resumen y de corridito: ¿Soy un alcohólico? Para este especial texto lo declaro: si lo soy. No es un orgullo, es una calamidad. A cualquier edad es una enfermedad y calamidad, pero a mi edad es un agravante más. ¿Es una enfermedad, un vicio pernicioso, es una debilidad de carácter? Qué jodido es el maldito alcoholismo.
Este texto lo voy a tejer con retazos de mi vida por los últimos acontecimientos en la ciudad. En honor a la verdad y en zona de descargo, mi vida siempre ha sido pública, la he hecho pública siempre, y usted lo sabe si me ha leído con el paso de los años. Pero hoy lo preocupante es lo siguiente: la muerte por alcohol se nutre y se ceba en la vida calamitosa de nuestros jóvenes. Parvadas, puños de muertes atroces de jóvenes y no tanto, los cuales padecen a montones por algo sencillo y complicado: la ingesta de alcohol hasta morir.
Tengo una constante en mi vida, mis autores favoritos son por lo general alcohólicos, su genio está emparentado con la locura, son excéntricos y no pocas veces son exiliados de sí mismos. Varios al azar: Charles Baudelaire (murió en la locura y atado al potro de las adicciones), Francis S. Fitzgerald murió por tanto alcohol en las venas, Ernest Hemingway se suicidó, pero antes lo bebió todo. Los escritores y poetas habitamos “Las garras del amor, los venenos del antro…”: Charles Baudelaire. Grave y delicado el problema de salud pública llamado alcoholismo.
Ninguna enfermedad se compara al alcoholismo. El pasado miércoles 24 de septiembre, una joven madre de familia (Mónica Briseida “N”) murió decapitada por el impacto brutal del auto que manejaba contra un negocio de comida en un bulevar urbano. Fue tan espeluznante aquello que su cabeza no era encontrada casi desintegrada. Sobra decirlo, iba alcoholizada, según los dictámenes periciales.
ESQUINA-BAJAN
Nota 1: El confinamiento por el COVID-19 alentó patrones de alto consumo de alcohol. El encierro hizo más alcohólicos a los mexicanos (sigo los datos del Instituto Nacional de Salud Pública, 2022). En las mujeres adultas aumentó el consumo de 33.5 a 42.5 por ciento. Entre jóvenes (menores de edad, para quienes en teoría está prohibida su venta y consumo) aumentó la ingesta de alcohol 13.9 por ciento.
Nota 2: Lo anterior provoca o está relacionado con poco más de 200 enfermedades: cáncer, afectaciones intestinales; diabetes, epilepsia, cirrosis… amén de conductas sociales como la ira, vandalismo, criminalidad, violencia familiar, prostitución, accidentes de tránsito que son muertes seguras. “¿Qué enfermedad se puede comparar con el alcohol?”. Los poetas siempre tienen la razón, Edgar Allan Poe lo dejó por escrito en el siglo 19.
Nota 3: Cualquier día al abrir las notas de las páginas rojas de los diarios locales se enfrenta uno con lo siguiente: “Le destroza su auto ebrio que se pasa en rojo”. “Ebrio le pega a tres vehículos”, “Se le acaba la calle a ebrio y cae en arroyo”. Esto es día a día, en un ritmo seco, doloroso, sordo y cotidiano.
Nota 4: Champán, cerveza, ron (el cual Ernest Hemingway bebía a mares), vino tinto, vino blanco, tequila, mezcal, bourbon, coñac… cualquier bebida alcohólica es buena para embrutecerse y lograr un estado alterado de la conciencia, la cual y no pocas veces ayuda a ciertos creadores a eso: crear. Pero el alcoholismo no tiene nada de romántico y sí es una enfermedad mortal la mayor parte del tiempo. ¿Se puede controlar el alcoholismo? Insisto, en mi caso y opinión personal, no. Lo mejor es no beber, así de sencillo y complicado. Y caray, pocos lo pueden lograr justo cuando los mejores tragos están a la mano y esperando.
LETRAS MINÚSCULAS
“…Todos mis huesos tiemblan, estuve como hombre borracho y como hombre a quien dominó el vino…”: Jeremías 23:9. Caray, le creemos al sabio profeta bíblico, le creemos.
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JESÚS CEDILLO
Periodista, escritor y poeta, con más de 40 años en la legua cultural y explorando el mundo.
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx