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Aires fríos

Ya estamos en noviembre y los fríos aires que bajan por las faldas de la Sierra de Zapalinamé y se cuelan por las ventanas de las casonas viejas del Centro de Saltillo, desde donde este humilde servidor les escribe un par de líneas fantasmagóricas. Estamos en el penúltimo mes del año, tan sólo faltan 7 domingos para celebrar el 25 de diciembre y para que muchos de estas fechas invadan algunas casas de tristeza.

Ahora que estamos metiéndole mano a la vieja casa de mis padres, han salido los jarros escondidos en las paredes de la casa de adobe. Además de los fantasmas que protegen estos tesoros de monedas de oro, lingotes y demás piezas para un anticuario, que fueron enterrados por “alguien” en ese patio o pared; salen a relucir las viejas historias que para muchos son una realidad. Igual como el enrome terreno que se encuentra enfrente al “Chapulín”, donde ahora se ubica una tienda Soriana. Cuentan que los trabajadores hallaron un enorme tesoro de monedas de oro, dejando abandonadas las máquinas de trabajo, picos y palas, para darse otra vida. O como la de la esquina de Juárez y Fragua, donde también le pegaron los albañiles en el viejo terreno de los “De la Peña”. Por muchos años quedó abandonado ese lugar, pero hay más historias que se han escuchado, como la del Charro Negro que se paseaba por las calles de La Fuente y Nigromante. Por esos lados, también una familia encontró una suma cuantiosa de dinero.

La historia más reciente, digna de serie de Netflix, fue la del kínder Coahuila, donde los albañiles se fueron con las manos llenas de dinero. Encontraron una carreta, el cráneo de un hombre y lo que sería un tesoro de miles de pesos. Así que, si usted piensa volverse millonario, no invierta en los “bitcoins”, mejor métase a trabajar a la primera cuadrilla de albañiles que vea en el centro de Saltillo.

Pero si de historias de fantasmas, lamentos y espíritus provenientes del mismísimo Mictlán hablamos, los seres que habitan en el Archivo Municipal, salen ganando. Y no me refiero al fantasma del maestro Jesús De León, que ya tiene tiempo que no ronda por esos lares. Bien conocemos la historia de la carreta que baja por la calle de Fragua y se dirige rumbo al norte, terminando por perderse en la calle Juárez. Esos ruidos ya forman parte de la vida de los habitantes de esos lugares.

Incluso aún persisten la incógnita del “fantasma de la estatua de la madre”, ese que baja para llorar por sus hijos perdidos y la estatua tiene como acto estelar, cambiarse al pequeñito de brazo.

Son historias de un Saltillo cada vez más viejo y despoblado. Actualmente el centro se volvió una zona de tolerancia, sitiada por antros, pubs, cantinas, que con sus estridentes ruidos no dejan ni descansar a las almas en pena. Ahora solo encontramos en las noches “vestidas” agarrando un pene.

A pesar de la mudanza de vecinos, de la destrucción de casas y el fallecimiento de señores y señoras que contaban estas historias en las cuadras, los relatos que buscan recordar a nuestros difuntos, deben seguirse platicando. Por ello, yo a mi hijo Gael, le narro historias de la tradición oral que me contaba mi abuelo. Porque nosotros somos los encargados de darle vida a aquellos que ya perdieron su voz en esta vida. Pronto nos reuniremos con ellos y seremos parte de una historia en el barrio. Recordando que, en el recoveco de la memoria, se le seguirá guardando un lugar especial a nuestros muertos. ¡Feliz día de todos los fieles difuntos!

Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx

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