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Y se hizo la luz

Ya va siendo tiempo de que escriba el siguiente artículo, como que casi mes y medio de sedentarismo y postración debido a una cirugía de cataratas ya fueron suficientes y, a jalar otra vez. 

Se le denomina catarata a la opacidad del cristalino claro normal del ojo, el cristalino es una estructura, que forma parte del ojo humano, con aspecto de una lente biconvexa situada detrás del iris y delante del humor vítreo (esto dentro de la bola del tomate del ojo, como diría mi entrañable y extrañado Piporro), su principal función es enfocar objetos a diferentes distancias, lo cual permite qué las imágenes se formen nítidas en la retina. 

Es una lente natural, flexible y avascular, lo que significa que no está irrigada por vasos sanguíneos (los tubitos de diferentes calibres y estructuras que transportan la sangre por todo el organismo y que además son los que principalmente se dañan por el tabaquismo). 

Una catarata, entonces dijimos es la opacidad del cristalino, el cristalino pierde su flexibilidad, aumenta de tamaño y se enturbia de manera natural con la edad, dando como resultado una reducción progresiva de la visión.

Las cataratas son la causa más común de la pérdida de la visión en personas mayores de 40 años y es el principal origen de ceguera en el mundo (mundial), independientemente de origen, color, etnia, preferencias, creencias, sexualidad, religión, etc. 

Agarra parejo digamos, no distingue ni discrimina, como es habitual en el área de la Salud-Enfermedad.

 «Como seas u lo que seas, por aquí te vienes» dice la huesuda. Volviendo a mi ínclito e ilustre y afamado José María Raymundo Eleuterio (Lute) González Mendoza, a quien llamaremos Gonzalitos o Lute de aquí en adelante. 

Quiero referir a mis lectores a la siguiente cita bibliográfica, González TJL, García GCJ, Valdez GJE, et al.

Una lección póstuma de Gonzalitos: la gloria y el infierno en la cirugía de cataratas. Med Univer. 2007;9(35):85-90. 

Habiendo realizado la cita de rigor, procedemos al contenido. 

Por algo una de las principales, concurridas y congestionada avenidas de nuestra industriosa capital lleva el nombre de Gonzalitos, una persona como uno mismo, sin embargo lo caracterizaban algunos detalles propios de él mismo. 

Nacido en Guadalajara Jalisco el 20 de febrero de 1813, en pleno desarrollo de la primera transformación del país, de ser la Nueva España pasaría a ser un imperio que poco duró, sólo que eso es harina de otro costal, algún día hurgaremos ahí; con el tiempo (como le sucede a mucha gente) se convirtió en un regio progre, buena ondita y con una inteligencia cognitiva y emocional muy brillantes y sobresalientes, lo que obligó al respetable a rendirle pleitesía y reconocimiento fuera de cualquier duda. 

Su padre, don Matías González, fue un militar del ejército virreinal. Su madre, doña Josefa Mendoza de González, ama de casa (la función más gloriosa y loable de la mujer). 

Su papá murió en la lucha de independencia cuando Lute contaba apenas con cinco años de edad, quedando bajo la tutela de su tío materno, el licenciado Rafael Mendoza, quien lo educó hasta los 12 años. 

A esa edad ingresó al Seminario menor de Guadalaja para cursar las materias de filosofía, retórica, etimologías y literatura clásica. 

A los 15 años de edad se inscribió en la escuela de Medicina de Guadalajara, una de las más antiguas del país. 

Las carambolas de varias bandas del Creador llevó a Gonzalitos a trabajar de ayudante de su Maestro en el hospital de San Juan de Dios, administrado por los monjes Juaninos, una orden religiosa dedicada a servir a los enfermos. 

En ese hospital trató a muchos pacientes y además ahí conoció a Fray Gabriel María Jiménez, un paciente originario de Monterrey que llegó enfermo de Tuberculosis, dicho paciente estuvo más de un año bajo los cuidados de Gonzalitos, forjándose entre ellos una profunda amistad, y el Fray representó amistad y la imagen masculina protectora del joven Lute. Jiménez debió viajar a San Luis Potosí e invitó a Gonzalitos a irse con él, prometiéndole conseguir un empleo en otro hospital manejado por la misma orden; ya había muerto su tío tutor y tenía dificultades económicas por lo que aceptó la invitación.

El 7 de octubre de 1830, a los 17 años, llegó a San Luis Potosí (SLP) y obtuvo empleo como practicante segundo (segunda torunda) en el hospital, recibiendo 20 pesos por mes, tuvo como maestros al Dr. Pablo Cuadriello y al internista Pascual Aranda. 

Tres años después, la salud del Fraile Jiménez empeoró y debieron viajar a Monterrey para que el Fray pasará en familia sus últimos días. 

El 12 de noviembre de 1833 llegó a Monterrey y fue nombrado practicante primero del hospital del Rosario, el único que existía en la localidad. 

El Obispo de Linares, José María de Belanzarán y Ureña, sostenía el hospital del Rosario, el Obispo le tomó gran aprecio por los servicios prestados al fraile Jiménez. 

A Gonzalitos le tocó enfrentar la última etapa de la terrible epidemia de cólera que entró por la frontera norte del país. 

El director del hospital debió marcharse a León y Gonzalitos fue ascendido a director interino de la institución; tener la responsabilidad de la dirección de un Hospital a poco más de 20 años de edad (22-23 años de edad) y sin título de medicina, lo obligó a prepararse de una manera prácticamente autodidacta. 

El primero de abril de 1835 este director interino (Gonzalitos) abrió la cátedra de farmacia y botica con el fin de hacer frente a la necesidad de estos profesionistas para la incipiente metrópoli de Monterrey. 

Comenzó con 4 alumnos que graduará 4 años más tarde por su propia autoridad y sin el aval de ninguna institución. 

A sus 33 años, Lute contrajo nupcias con la señorita Carmen Arredondo, el 6 de enero de 1836, se separaron 6 años después sin procrear hijos, señala el historial adulterio por parte de la dama con el general Mariano Arista, posteriormente Presidente de la República, este asunto requiere de otro artículo. 

En 1842 solicitó su título ante la junta de Sanidad Municipal integrada por los doctores Esteban Taméz, Carlos Ayala Mier y Francisco Arjona, quienes acordaron otorgarle una licencia para ejercer la medicina, fechada el día 08 de marzo de 1842.

En 1851 fue nombrado por el Gobierno del Estado Vicepresidente, luego Presidente del Consejo de Salubridad de Nuevo León, en 1853 abrió un curso de obstetricia y comenzó a enfocar sus esfuerzos en abrir la primera universidad pública de la región, lo que consiguió en 1859 con la apertura del Colegio Civil y en 1860 fundó el Hospital Civil. 

Su personalidad era bien conocida por sus alumnos y pacientes, se describe como siempre de buen humor, bondadoso, apoyador, comprensivo, servicial, trataba igual a pobres y ricos, autoridades o ciudadanos, siempre al servicio de quien lo solicitara. 

Por su labor humanista se le declaró benemérito del estado en 1867, ratificado por un segundo decreto en 1873 como protector de la juventud y benefactor de la humanidad, el municipio de Doctor González se erigió en su honor por decreto emitido el 05 de noviembre de 1883. 

A los 63 años por ahí de 1876, inició con problemas de la visión debido a la aparición de cataratas, primero en el ojo izquierdo, a los dos años la catarata de ese ojo ya estaba completamente formada, e inició con la del ojo derecho, a los tres años también ya estaba madura, y para septiembre de 1881 ya estaba completamente ciego. 

Su voluntad no decayó, siguió con sus actividades médicas, consultas y actividades públicas, fue gobernador interino varias veces, supliendo al General Jerónimo Treviño, su biblioteca siguió siendo, como lo fue por 40 años, el consultorio de Todos, dos personajes se encargaron del apoyo, cuidado y auxilio de Gonzalitos e incluso vivieron con el en sus días más pesados, fueron el Dr. Juan de Dios Treviño y el Licenciado Hermenegildo Dávila González.

Gonzalitos era adicto a la lectura y sus discípulos de la escuela de Medicina se disputaban el honor de leerle la obras qué el quisiera, por lo que aun en la oscuridad de su ceguera, el cariño sincero y el respeto de sus alumnos lo iluminaban, tal y como el lo había enseñado en sus lecciones orales sobre la moral médica, donde analizaba aforismos Hipocráticos como aquel que dice «Daré a mis maestros de medicina en el mismo lugar que a mis padres, partiré con el mis haberes, y si necesario fuere, yo proveeré sus necesidades». 

Daba consulta con los ojos cerrados o con las pupilas hacia lo alto, oyendo a sus pacientes, y luego el Dr. Treviño o algún otro de sus discipulos le comunicaba los hallazgos de la exploración física de la enfermedad para que el expidiera la receta. 

En marzo de 1881el Dr. Juan de Dios Treviño llevó a Gonzalitos a la entonces Ciudad de México con el Dr. Manuel Carmona y Valle destacado médico oftalmólogo, operó del ojo izquierdo a Gonzalitos el 07 de abril de 1881. 

El resultado fue desastroso, en lapso de tres semanas Gonzalitos desarrolló una endoftalmitis por la cual perdió el ojo izquierdo. La pena y pesadumbre de Gonzalitos fue compartida por toda la comunidad regiomontana. La catarata del ojo derecho fue abordado hasta agosto de 1883 por el Dr. E Ilustre oftalmologo alemán Herman Jacob Knapp quien radicado en Nueva York, a donde fue llevado a iniciativa y sugerencia del Dr. Juan de Dios Treviño.

Dicen que Gonzalitos dijo: «Me hizo la operación éste gran médico, y puedo decir con toda verdad, que en el acto mismo de sacarme la catarata recuperé la vista». 

A su regreso de Nueva York el 22 de noviembre de 1883 y a su paso por Nuevo Laredo, Lampazos de Naranjo, Bustamante y Villaldama Gonzalitos fue aclarado por multitudes qué celebraban la gloriosa recuperación del maestro. 

Se celebraron banquetes en su honor, se recitaron alocuciones por los niños de Monterrey y se pronunciaron discursos con motivo de la llegada del Querido Gonzalitos. 

Los siguientes 5 años los dedicó Gonzalitos a sus más grandes proyectos el Hospital Civil y la escuela de Medicina (Las víboras). 

Gonzalitos falleció a los 75 años el 08 de abril de 1888, después de haber ejercido la Medicina por 55 años, en su domicilio al parecer por un padecimiento hepático. Actualmente, de manera indudable, la medicina haavanzado favorablemente desde todos los puntos de vista, a pesar de los chismes, la desinformación y los anticientíficos nos ha ido bien. 

Yo (el autor) ya debería estar fallecido, pasados mis cuarenta años me fueron extirpadas del colon varias lesiones premalignas, después de los 50 y 60 años de edad se repitió dicho procedimiento, se me detectaron hiperplasia prostática, glaucoma ocular bilateral y asma, he padecido COVID-19 4 veces, tengo 4 vacunas al respecto más todas las necesarias a excepción de Tuberculosis y moquillo, se incluye la vacuna contra la rabia de células haploides, hace poco más de un año se me detectaron cataratas, el abordaje preciso, rápido y atinado por parte del Doctor Mario Alberto Bailey Elizondo me permitió volver a mi normalidad previa en lapso de mes y medio, se abordaron ambas cataratas obedeciendo los cánones médico quirúrgicos establecidos en la actualidad y los resultados han sido muy satisfactorios, ojalá y estos adelantos hubieran estado presentes en la época del Dr. Gonzalitos, su memoria y trayectoria seguirán siendo reconocidos permanentemente, GLORIA por siempre al Dr. José Eleuterio González. 

Qué su ejemplo y humanismo prevalezcan.

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DR. DAVID MORALES

Médico Internista desde 1979 hasta la actualidad, jubilado. Regio dedicado a la investigación clínica, aficionado pasionalmente a la Salud y sucedáneos, el Rock and roll y el Futbol Americano. Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx