Apoyaba a los estudiantes en sus viajes (les fiaba el pasaje, aunque él lo cubría al reportarlo)… Incluso compartía su lonche con ellos.
Roque Martínez Salazar tuvo la oportunidad de conocer los manantiales de Viesca, los cuales se secaron a finales de los cincuenta del siglo 20. De niño se bañaba en compañía de sus amigos y otros infantes en una pileta de ladrillo, redonda, alimentada por la acequia de Bilbao. Aunque los manantiales proveían cada vez menos agua, ellos la disfrutaban como si hubiera abundancia. Además, la gente decía que esas aguas eran curativas por ser termales.
Nació el 19 de diciembre de 1951 en este pueblo que hoy batalla todos los días para contar con agua para tomar. Sus papás, Zenón Martínez Fraire y María Ignacia Salazar de la Torre, concibieron seis descendientes: Julián, Roque, Margarita, Rosa, Juan José “La Choya” y María Luisa. Estudió hasta segundo año de primaria, pues eran tiempos difíciles y tuvo que ayudar a sus papás en la economía familiar.
Sus padres elaboraban leches quemadas, dulces de coco, de guayaba y trompadas (dulces de cacahuate y coco). Él se encargaba de venderlos, junto con lonches de carne y pan. Sus compradores eran los trabajadores de la fábrica de sal (SULVISA) y los pasajeros del tren que pasaba por Viesca, que iba de Torreón a Saltillo. Su mamá también tenía un puesto para incrementar los ingresos de la casa.
Sus papás se esforzaban mucho, también se ayudaban comprando fierro y cartón, y en SULVISA recolectaban las bolsas de cal y de sodache (carbonato de sodio), luego las separaban y empacaban con una prensa. Ya divididas las bolsas de carbonato y las de cal, las trasladaban a Torreón para venderlas en la camioneta de Román Alcocer. Otros días, en un carretón, iban hasta la Hacienda de Hornos a comprarle a doña Lilia el cartón de los desechos de su tienda de abarrotes.
Cuando alcanzó la edad de 18 años ingresó a trabajar a SULVISA en el departamento de empaquetado. Después fue operador en el área donde cargaban los tanques de cal y de sodache. Luego pasó al área que proveía agua a los evaporadores solares y a llevar muestras del agua al laboratorio. En el Llano colorado, donde estaban los pozos salineros –alrededor de 50–, fue operador de las bombas que mantenían el flujo de agua salina hacia las piletas que funcionaban como evaporadores solares. Roque dejó SULVISA en 1992, un año después de que se declaró en quiebra la planta de sal.
Por un periodo de ocho años trabajó de taxista en Matamoros, Coahuila. Después se cambió a laborar en los camiones rojos, la ruta de transporte público que cubre Viesca-Torreón; ingresó primero como cobrador, pero si se necesitaba también la hacía de chofer. Ahí trabajó por veinte años hasta el 2020. Eso le permitió ser conocido en todo el municipio. Apoyaba a los estudiantes en sus viajes (les fiaba el pasaje, aunque él lo cubría al reportarlo), asimismo les apartaba asiento a quienes se lo solicitaban.
Incluso compartía su lonche con los estudiantes, pues considera que los jóvenes de Viesca hacen un gran esfuerzo para asistir a clases a otras ciudades: tienen que salir muy temprano para tomar la primera corrida hacia Torreón, a las 6:00 de la mañana y regresar después de las 18:00 horas; es decir, ocupan más de doce horas.
Muchas mamás encargaban a sus hijas a Roque; le tenían toda la confianza. Él las regresaba aunque tuviera que retrasar la salida del camión, pues conocía los horarios de las jóvenes. Entre las anécdotas que él platica con una gran sonrisa es que, cuando veía a los alumnos en una parada, se detenía muy adelante y los hacía correr, gritándoles: “¡Córranle porque si no se quedan hasta la otra corrida!”.
Roque tiene frases muy significativas de su trabajo, entre ellas: “Pásele atrás, allá hay asientos para dos”, que la decía cuando el camión iba lleno. Cuando algunos pasajeros le reclamaban, él les contestaba: “yo dije que ahí hay asientos parados”. También decía: “No fio para no andar cobrando”, aunque como lo dijimos, sí les fiaba a los estudiantes y a la gente que lo necesitaba.
Trabajaba en el camión un mes completo, tenía que cubrir todas las corridas y luego descansaba una semana. Roque también emprendió viajes a otros lugares, por ejemplo, a Morelia, Michoacán; a Chihuahua, Chihuahua, o a la sierra Tarahumara. En la actualidad es pensionado del IMSS y sostiene que no existe mejor lugar para disfrutar toda una vida que en su pueblo. Su apoyo a los estudiantes es porque él hubiera querido que alguien lo hubiese apoyado.

SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ
SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ es ambientalista, académico, escritor y senderista. Ex Rector de la Universidad Autónoma de Coahuila. Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx