Comentaba que ser policía era para servir a la gente y protegerla para que no hubiera injusticias. Organizaba rondines y en varias ocasiones ayudó a recuperar ganado que había sido robado. En los ejidos era muy respetado… Fue muy solidario con la gente.
Manuel Medina Rivera nació en Viesca el 18 de febrero de 1945. Lo trajeron a estas tierras semidesérticas sus padres: Manuel Medina y Susana Rivera Hernández. Tuvo seis hermanas y él fue el único varón. Vivieron en el barrio de la Capilla de San Isidro. Estudió hasta segundo año de primaria, por eso aprendió a leer y escribir. Cuando ya no fue a la escuela, ayudó en la labranza. Se daban buenas siembras, sus tierras se regaban con agua de los manantiales.
Desde niño le gustaba jugar a los policías. Ese sueño persistió en su adolescencia, pues confesaba que quería ser policía de Viesca para proteger y ayudar a la gente. Esta motivación lo ayudó a ingresar en el cuerpo de policía de su pueblo en 1961, a los 16 años, como elemento de seguridad pública. Para trabajar usaba una bicicleta con una parrilla, en la que transportaba a los presos. Platicaba orgulloso que nunca se le bajó ninguno. Eran otros tiempos, se respetaba a la autoridad.
Comentaba que ser policía era para servir a la gente y protegerla para que no hubiera injusticias. Organizaba rondines y en varias ocasiones ayudó a recuperar ganado que había sido robado. En los ejidos era muy respetado. También recolectaba ropa, zapatos y juguetes en buen estado, que luego repartía en las comunidades ejidales. A los niños les llevaba dulces en épocas navideñas y en el Día del Niño. Sus hijos recuerdan que un diciembre el comandante tenía la patrulla afuera de su casa, llena de juguetes y bolos para llevar a ejidos, y ellos le pidieron algunos, pero él, con firmeza, les dijo que eso estaba destinado a los ejidos, que a ellos les compraría sus juguetes. En agradecimiento, muchas personas de los ranchos acudían a su casa a llevarle sandías, melones, dátiles o algo de lo que cosechaban. Fue muy solidario con la gente.
Le tocaron vivencias de todo tipo, por ejemplo, la inundación de 1973. Lo destacable es que ante cualquier conflicto buscaba una solución. Con su equipo de policías, ayudó a pasar a la gente por el puente de mimbre y madera que construyeron a la altura de “La vega de Quintana”. Otra anécdota es que en el pueblo recuerdan que a los presos de los ranchos los llevaba a su casa a bañarse, a comer, les daba ropa limpia y los volvía a encerrar, lo hacía a diario mientras estaban presos.
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En su vida personal, se casó con la señorita María Zoila Ramírez Ramírez, procrearon nueve hijos, dos de ellos fallecieron de niños. Le sobreviven: Roberto, Martín, Enrique, Cecilia, María Guadalupe, Manuel y Sanjuana. Disfrutaba comer nopales lampreados, papaya, chiles rellenos, manitas de puerco y, de bebida alcohólica, brandy Presidente y sotol. Apreciaba la música de Los Montañeses del Álamo y de Pedro Yerena. El disfrute era lo de él, por eso le gustaba el baile.
Después de cinco años laborando como policía municipal, fue ascendido a comandante de Seguridad Pública Municipal a la edad de 21 años. A partir de ese momento se desempeñó como comandante por 24 años ininterrumpidos, hasta su asesinato el 22 de septiembre de 1990 a la edad de 45 años. La gente recuerda que la muerte del comandante Medina fue sobre la carretera Viesca-Matamoros, en un enfrentamiento con un grupo de delincuentes el sábado 22 de septiembre de 1990. Los ladrones contaban con varios atracos en la carretera. Operaban en las inmediaciones de Matamoros.
De cariño, al comandante le compusieron un corrido que cantan Los Alacranes del Norte: “Voy a cantar un corrido/ Cortando una flor divina. /Han matado a un comandante /llamado Manuel Medina /El 22 de septiembre, /sábado por la mañana/ ha muerto Manuel Medina. /Él nunca se lo esperaba/ Eran tres atracadores, /asaltantes de camino,/ pero les cayó la ley/ Y los puso en su destino… Con un balazo en la frente /se lo llevan a Torreón/ al hospital general/ Le hicieron toda la lucha/ para poderlo salvar./ Seis horas agonizando… Con balas de alto calibre, / la muerte se lo llevó./ Ese pueblito de Viesca/ de luto debes estar/ por la muerte de Manuel/ que era hombre a carta cabal… Ya con esta me despido/dejando una flor divina./Aquí termina el corrido /del señor Manuel Medina.
Cuando el comandante Medina murió, todo el pueblo le lloró. Fue un funeral muy sentido, donde todo el pueblo acudió, dolido; el aire que se respiraba estaba impregnado de tristeza, nadie puso música en el pueblo, pues se les había ido el comandante.

SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ
SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ es ambientalista, académico, escritor y senderista. Ex Rector de la Universidad Autónoma de Coahuila. Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx