La bióloga Dulce Flores busca difundir la ciencia a través de un cuento infantil
Por: Azucena Manjarrez
En ese universo subterráneo, donde yacen raíces, hongos, bacterias y diminutos organismos tan poco explorado por la mirada humana, Dulce Flores encontró la inspiración para escribir: El viaje de Mirra, la micorriza valiente.
Para su primer cuento ilustrado por Choper Nawers, decidió tender un puente entre la ciencia y la imaginación, porque su vida ha sido eso: el estudio del suelo y las bondades que brinda.
Como bióloga, se ha dedicado a observar y estudiar, pero nunca a escribir hisotiras para niños. No le fue complicado, su hija de 10 años, se convirtió en su primera lectora y escucha.
El tema no podía ser algo distinto a su entorno mucho más cuando aparecieron en su campo de acción las micorrizas, esas asociaciones entre plantas y hongos que representan uno de los vínculos más antiguos y fundamentales del planeta.
“Siempre me fascinó cómo establecen esas relaciones. Aprender sobre su morfología, entender cómo el hongo modifica la planta, cómo se benefician mutuamente, fue para mí una revelación. Es una relación hermosa, indispensable para la naturaleza”, señaló.
Durante más de quince años, se ha dedicado a estudiar este tema. Y cuando surgió la oportunidad de escribir un libro para la Editorial Amonite, supo de inmediato que el punto de partida debía ser ese sueño de las micorrizas: el deseo de contar, con ternura y asombro, lo que sucede en el suelo, ese mundo que casi nunca se observa.
Así nació El viaje de Mirra, la micorriza valiente, una historia donde la ciencia se entrelaza con la fantasía para explicar cómo lo más diminuto puede tener un impacto enorme en el equilibrio de los ecosistemas.
El desarrollo de la historia
El personaje principal, Mirra, surgió como una metáfora viva. Su nombre proviene de la abreviatura de micorriza, y su carácter es reflejo del espíritu curioso y valiente.
“Tenía claro que quería que la protagonista fuera femenina, el término micorriza es femenino y me parecía importante que también lo fuera su voz. Quería hablar de valentía, de curiosidad, de la fuerza de atreverse a emprender un viaje para comprender el mundo, aunque nadie más se atreva”.
En el cuento, Mirra es la única micorriza que decide emprender una travesía para descubrir por qué los árboles del bosque están tristes. En su camino encuentra lombrices, hormigas, luciérnagas, bacterias y otros organismos que le enseñan que cada uno cumple una función vital en el equilibrio del suelo.
Guiada por la sabiduría de un gran pino, descubre el poder que habita en su interior: la capacidad de acceder al agua más profunda y compartirla con los árboles, devolviendo la vida al bosque.
Pero antes de que ese viaje cobrara forma en palabras, hubo un largo periodo de reflexión. La autora pasó cerca de dos meses dándole vueltas a la idea, imaginando los escenarios y personajes, visualizando el recorrido de Mirra sin escribir una sola línea.

“Necesitaba comprender cómo se entrelazan los procesos del suelo, cómo todo sucede simultáneamente pero a distintos ritmos”, recordó.
“El viaje de Mirra es también eso: una manera de desentrañar los procesos del suelo, paso a paso, a través de las amistades que encuentra en el camino”.
Después de esa etapa de maduración, vino la escritura. En total, el proceso tomó alrededor de cuatro meses, entre redactar, corregir y, sobre todo, compartir.
El viaje de Mirra, la micorriza valiente
Y aunque por su profesión se ha orientado más a escribir con un lenguaje científico, señaló que los últimos años ha leído mucha literatura infantil, entre ella los cuentos; Los niños del mezquite, de Quitzé Fernández, Flavia y el agua, de Gianni Amores, Bruno y el Big Bang, de Rodrigo Contreras y Carolina Undurraga.
“Mi hija ama leer, así que me sentaba con ella, se lo leía y observaba sus reacciones. Si me decía ‘esa parte me aburrió’, sabía que debía cambiarla”, detalló.
“Entre los libros de mi hija hay muchos que hablan de la naturaleza, de la amistad, de los ciclos de la vida. Me inspiró esa manera de enseñar sin imponer, de sembrar una idea que el lector pueda recordar más adelante. Con Mirra quise hacer lo mismo: contribuir a ese conocimiento desde la emoción”.
El tránsito de la escritura científica a la narrativa infantil no fue sencillo. Acostumbrada a un lenguaje técnico y preciso, tuvo que aprender a traducir la ciencia sin perder su esencia.
“Ese fue el mayor reto: evitar los términos técnicos, pero sin caer en la simplificación. La divulgación no consiste en rebajar el contenido, sino en traducirlo a un lenguaje común, cercano, el que usamos todos los días, el que entienden los niños”.
“Estudié cómo otros autores hablaban del agua, de los microorganismos, del suelo. Me ayudó a entender que la ciencia también puede contarse desde la ternura”.
Esa vocación por comunicar es una de sus grandes pasiones. A lo largo de su carrera ha encontrado en la divulgación un espacio de encuentro entre el conocimiento y la sociedad.

Contó que disfruta crear infografías, participar en proyectos, compartir lo que la ciencia revela sobre el mundo natural.
“Lo que generamos como científicos no debería quedarse en los laboratorios ni en los artículos. Tiene que llegar a la gente. Hay razones por las que el lenguaje técnico existe, pero también hay razones aún más poderosas para traducirlo y hacerlo accesible”.
Difundir la ciencia
Para Dulce Flores, la ciencia es una herramienta transformadora, capaz de mejorar la calidad de vida de las personas y de los ecosistemas.
“En México hemos perdido un poco el rumbo en materia de divulgación. En otros países, como Canadá, Chile o en gran parte de Europa, se entiende que la inversión en ciencia es inversión en futuro”, apuntó
“Sembrar conciencia en los niños es crucial: un niño que hoy lee sobre la naturaleza, mañana puede ser alguien que tome decisiones con sensibilidad científica. Uno nunca sabe cuándo germinará esa semilla”.
Con El viaje de Mirra, la micorriza valiente es, la autora espera que el libro tenga una buena distribución, que llegue a muchas manos pequeñas y despierte la curiosidad por ese mundo oculto que es el suelo.
“Sabemos tanto del cielo y de las estrellas, del agua y del espacio, pero casi nada del suelo. Lo damos por sentado. Caminamos sobre él sin pensar que ahí abajo hay vida, movimiento, historias”.
“Quise que el cuento reflejara esa conexión: cómo los procesos subterráneos sostienen los árboles, los bosques y, en última instancia, nuestras propias vidas”.
El resultado final es una historia que respira respeto por la ciencia y amor por la naturaleza. A través de una narración sencilla pero profunda, invita a mirar el suelo como un territorio vivo, lleno de vínculos invisibles y personajes diminutos que trabajan en comunidad.
“Este libro me dio mucha ilusión. Nunca había hecho algo así. He escrito artículos científicos, presentaciones, informes… pero nunca un cuento. Era un público desconocido y eso me emocionaba”, señaló.
“Me di cuenta de que sí se puede hablar de ciencia con belleza, que se puede contar sin perder rigor. Y que, al hacerlo, quizá logremos que más personas se enamoren de este mundo invisible que sostiene todo lo que somos”.
Así, desde las profundidades del suelo hasta las páginas de un cuento, la historia de Mirra no solo narra el viaje de una micorriza valiente, sino también el de una científica que aprendió a contar la vida desde la mirada de los niños.
Dulce Flores es bióloga y doctora en ecología, investigadora del programa Investigadores por México del CONAHCyT en el Cinvestav Saltillo. Especialista en degradación del suelo, carbono y adaptación al cambio global, cuenta con 22 publicaciones indexadas y dirige el Laboratorio de Sustentabilidad del Suelo, parte de la red nacional MexFlux. Ha formado estudiantes de licenciatura a doctorado y participado como autora en informes internacionales del IPCC y del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (GEO-7). Es miembro del SNII (Nivel I), tesorera de la Sociedad Mexicana de la Ciencia del Suelo y editora en jefe de Voces del Suelo. También es editora asociada de Journal of Soils and Sediments y promotora activa de la divulgación científica.