LECTURAS DEL UMBRAL

Apenas di vuelta a la última página, algo en mi pecho no dejaba de revolotear…
Lo primero que impresiona al leer Raíz que no desaparece es cómo Alma Delia Murillo convierte un objeto aparentemente neutro —la sustitución de una palmera por un ahuehuete— en una grieta metafórica que atraviesa memoria, política y duelo humano. Esa transformación arbórea, lejos de funcionar como simple emblema ornamental, se vuelve un umbral: una puerta bajo la cual las voces de lo insoportable se filtran poco a poco.
Murillo no amerita grandes discursos para evidenciar lo que se ha perdido: aprovecha el entretejido de lo vegetal y lo humano, entre la savia y la carne, entre el brote y el silencio, para que el lector sienta el peso de la ausencia. Ese peso es tangible: poda raíces, arranca cortezas, deja heridas abiertas que siguen latiendo en páginas y sombras.
II. El pulso narrativo: correspondencias y disonancias
La novela se sostiene en correspondencias —sueños y expedientes, voces de madres y voces narrativas interiores—, pero también en disonancias: hay fragmentos que rebotan como ecos interrumpidos, que se desalinean, y que precisamente eso denuncian: la imposibilidad total de reconstruir.
Por ejemplo, algunas escenas oníricas aparecen sin transición explícita desde lo empírico al reino simbólico, lo que puede desorientar al lector menos familiarizado con la narrativa híbrida. Pero esa oscilación —esa tensión entre lo real y lo fragmentado— puede leerse como un efecto buscado: el vacío no es conciliable, y la narración lo recuerda con desajustes.
Alma Delia Murillo distingue bien los momentos de documentación (entrevistas, fichas, notas) de los momentos poéticos, pero ambos planos dialogan en callado contrapunto, a veces con armonía dolorosa, otras con disonancia provocadora.
III. Voces femeninas y modos del testimonio
Uno de los aciertos más poderosos es el modo en que Murillo da cuerpo a las madres buscadoras no como mártires idealizadas, sino como mujeres con contradicciones, fatigas, resistencias, rabias, dudas. Ada, como figura central, obtiene voz no solo por lo que dice, sino por lo que calla, por los espacios entre sus palabras, por sus silencios.
Ese enfoque humaniza la tragedia: no se trata de víctimas sin matices, sino de mujeres que luchan en el límite de lo posible. Y en esa lucha hay frases mínimas que se alzan como detonantes: un sueño interrumpido, una promesa rota, una mano que no encuentra lo que busca.
Murillo amplía la noción de testimonio: no se apega sólo al relato lineal de lo que se vivió, sino que se permite fracturas, desplazamientos temporales, márgenes. Esa decisión estética le da a la obra dignidad narrativa y hace que el dolor no sea “explicado” sino vivido.
IV. Lo que aporta esta lectura: heridas como crecimiento
Mi lectura propone ver una clave de lectura que me parece central: el dolor no es ausencia total, sino crecimiento fragmentado. En Raíz que no desaparece, la desaparición no es un hueco vacío, sino un tejido interrumpido que sigue extendiéndose hacia los bordes del relato.
Con esto quiero decir: la novela no solo trata de lo perdido, sino de lo que crece en el vacío: raíces, prolongaciones, señales que emergen en ruinas. Cuando una madre sueña una pista, cuando el árbol enferma con hongo, cuando una ficha aparece en un capítulo: esos son brotes que luchan por salir. La obra sugiere que la memoria —herida— es un organismo vivo que sigue creciendo, aunque su crecimiento sea fragmentado, torcido, desigual.
Además, esta lectura reivindica el silencio como parte del lenguaje literario: hay escenas que resisten la palabra, que apenas se sugieren desde el pliegue del acto narrativo, espacios en los que el lector tiene que llenarse de la sombra del no dicho. Esa decisión me parece valiente: no explicitarlo todo es asumir la herida literaria.
V. Valoración final
Raíz que no desaparece es una novela que exige al lector, no lo acuna; que abre heridas, no las mitiga. Es una obra de dolor poético, de rigor testimonial y de riesgo narrativo. En sus mejores momentos, logra que el lector sienta que la memoria misma crece en su carne, como raíz indómita que no se resigna a la muerte.
Puntuación estimada: 8.7 / 10
Para lectores que busquen textos de cruces incómodos —entre lo íntimo, lo colectivo, lo vegetal y lo espectral— esta novela representa una invitación dolorosa, pero necesaria: a mirar lo que se ha desterrado y a encontrar el brote insistente de lo que no se deja desvanecer.

Valeria X de la Garza
Apasionada de las letras en construcción. Para ella, leer es un acto de resistencia y ternura. Transita en el noreste mexicano.
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autora, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx