Antes, ninguna frase me hacía sentir más viejo que «Tengo 30 años». Ahora puedo decir: «Soy padre de una chica de 30 años».
Y es que exactamente en un día como hoy, pero de 1995, conocí el amor: Mi niña Sofía Amaranta había nacido ¡y era perfecta! Esa madrugada, la tuve por vez primera entre mis brazos, sentí una gran emoción, mis ojos se llenaron de lágrimas cuando la vi tan pequeñita y tan perfecta, di gracias por ese maravilla de la vida y la naturaleza: Una niña de grandes ojos negros y de mirar profundo.
LEE MÁS DEL AUTOR MARCOS DURÁN
Es increíble como alguien tan pequeñita puede hacer sentir algo tan grande.
Su nacimiento fue un reflejo de su vida hasta el momento como hija. Con algo de alboroto y drama, pero nada que una buena discusión y luego un abrazo no pudieran resolver. No tengo mucho que añadir a esa conversación, salvo esto: lo más difícil de criar a mi hija es saber cómo puede ser a veces el mundo para una mujer: las expectativas, la falta de respeto y las vulnerabilidades que experimentará. Las lágrimas que más he derramado han sido al darme cuenta de que a veces le he fallado —a pesar de mis mejores intenciones—.
Hemos recorrido treinta años de nuestra vida juntos y no ha sido fácil. Los primeros años fueron muy complicados y solo nosotros dos sabemos lo que pasamos, las caídas, pero también cómo la vida que da y quita, y tiempo después nos reunió con Sandra, mi esposa, y sus hermanos Rodrigo y Regina para formar esta familia que hoy somos juntos.
A lo largo de los años, mi hija mayor me ha abierto las puertas de su vida, incluso durante su adolescencia, una época mucho más reservada, y me siento muy afortunada de haber podido compartir tanto de ella, incluso ahora que cumple los 30. Ha tomado decisiones acertadas y equivocadas —como todo el mundo-, se esforzó mucho para obtener su licenciatura (estudiaba, cuidaba a dos de sus hijos y tenía un trabajo de tiempo completo), se casó con Carlos, la persona a la que ama desde los 18 años y, a mediados de este año se convirtió en madre por tercera ocasión y yo soy abuelo de tres hermosos nietos: Carlos Enrique, Alejandro y María Eugenia quien me desarma con una simple sonrisa.
Su amor por sus hijos ha potenciado todas sus mejores cualidades y le ha dado una seguridad en sí misma de la que probablemente ni siquiera es consciente.
Hoy cumple 30 años, y eso me conmueve profundamente. Es una mezcla de alegría y tristeza, pues extraño a la chica que fue, pero me emociona mucho ver en la mujer que es ahora y las posibilidades que le esperan. Como cualquier padre o madre dirá, el tiempo pasa demasiado rápido, muchísimo más rápido. Sin embargo, recuerdo tantos momentos, muchos que ella quizás nunca recuerde, y esos son los momentos que me dan fuerzas mientras el tiempo sigue avanzando.
Todavía veo su dulce sonrisa, reflejada siempre en sus ojos, e incluso ahora, y cómo su sonrisa sigue siendo una de mis cosas favoritas, sobre todo ahora que la veo también en sus hijos. Estoy muy orgulloso de la mujer en la que se ha convertido mi hija. Es más fuerte de lo que cree, más inteligente de lo que piensa y muy capaz de afrontar cualquier cosa que la vida le depare.
Hoy puedo gritar a todos mi orgullo al mirar atrás y ver cómo ha crecido. Los retos a los que se enfrentó y cómo los supera día a día. Ha forjado su propia vida, pero aun así agradece mi presencia, sin entender que quien lo agradece soy yo. Me identifico con ella como adulto, pero siempre estás ahí para guiarlos cuando lo necesitan. Ver cómo se ha convertido en buena persona.
¿Algún consejo para ella? Sí, que tenga paciencia consigo mismo y con los demás. Habrá muchos altibajos, pero si te mantienes firme en estas ideas, encontrarás mucha más paz interior, confianza y fortaleza. Habrá pérdidas y habrá ganancias. Pero si comprendes que te amas a ti mismo, no puedes fracasar.
Sofía Amaranta se llama por la influencia de Gabriel García Márquez en «Cien años de soledad», por las Amarantas que vivieron en aquel Macondo olvidado hasta por los pájaros, donde el polvo y el calor se habían hecho tan tenaces que costaba trabajo respirar. Aquel Macondo donde Amaranta era uno de los pocos seres felices.
Te deseo, hija un maravilloso cumpleaños número 30. Gracias por el regalo de ser tu papá. Con todo mi amor, te deseo felicidad y alegría en tu camino por la vida. Celebremos.
@marcosduranfl

MARCOS DURÁN FLORES
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx
MÁS EDITORIALES, ARTÍCULOS Y REFLEXIONES EN ASÍ DICE