La violencia de género no siempre llega con golpes. A veces se presenta envuelta en el carisma de una figura pública, amplificada por millones de seguidores y normalizada bajo el disfraz del entretenimiento o la opinión personal. Los recientes casos de Javier “Chicharito” Hernández, Adrián Marcelo y Ricardo Salinas Pliego nos obligan a reflexionar sobre la responsabilidad social que conllevan la fama y el poder mediático.
El máximo goleador de la selección mexicana de futbol acaba de ser multado y amonestado por la Federación Mexicana de Futbol por “declaraciones que promueven estereotipos sexistas” que se consideran violencia mediática y atentan contra la igualdad de género. Sus palabras en TikTok fueron claras e inapelables: “¿Quieres a un hombre proveedor, pero para ti limpiar es opresión patriarcal?” y “No le tengan miedo a ser mujeres, a permitirse ser lideradas por un hombre”.
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Pero el daño más profundo de estas declaraciones no radica únicamente en su contenido machista, sino en su alcance. Chicharito cuenta con millones de seguidores que lo ven como un modelo a seguir. Sus palabras trascienden el ámbito deportivo para convertirse en doctrina para jóvenes que crecen creyendo que la masculinidad tóxica es aspiracional y que el lugar “natural” de las mujeres está subordinado al liderazgo masculino.
El futbolista afirmó que “las mujeres están fracasando, están erradicando la masculinidad”, perpetuando la falsa narrativa de que los derechos de las mujeres representan una amenaza para los hombres. Este tipo de discurso alimenta directamente la violencia simbólica que posteriormente se materializa en discriminación laboral, violencia doméstica y feminicidios.
El caso de Chicharito no es aislado. Adrián Marcelo, el polémico youtuber, ya ha sido sancionado múltiples veces por violencia de género. Durante las elecciones, emitió comentarios calificados como “lascivos” y “grotescos” hacia Mariana Rodríguez, los cuales reproducen estereotipos de género. Tras el fallo del tribunal, forma parte del Registro Nacional de Personas Sancionadas en Materia de Violencia Política contra las Mujeres en Razón de Género.
Por su parte, Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca, ha convertido la misoginia en parte de su marca personal. Su historial evidencia las violencias que ejerce contra las mujeres a quienes ha llamado: “brujas”, “perras”, “marranas”. Llegó incluso a insinuar que una analista trabajaba como “prostituta” y la llamó “perra sin vergüenza”.
Lo más preocupante es que estos personajes mantienen sus plataformas mediáticas intactas. Salinas Pliego sigue siendo dueño de uno de los consorcios de comunicación más importantes del país, mientras Adrián Marcelo continúa generando contenido para millones de seguidores. Sus sanciones se convierten en anécdotas que incluso pueden aumentar su popularidad entre audiencias que comparten sus ideas misóginas.
No podemos seguir permitiendo que la fama sea un escudo para la violencia de género. Cuando una personalidad pública normaliza el machismo, no está expresando una “opinión personal”: está ejerciendo violencia simbólica masiva. Sus palabras se convierten en permiso social para que miles de personas repliquen estos comportamientos en sus hogares, trabajos y relaciones.
Estamos ante una sociedad con amplio alcance digital que premia la controversia y la polarización, donde el machismo se vende como autenticidad y el feminismo se presenta como una amenaza. Las disculpas posteriores, como la que emitió Chicharito tras la controversia, “nunca fue mi intención limitar, herir ni dividir”, resultan insuficientes cuando el daño ya está hecho y los patrones se repiten sistemáticamente.
Cada vez que una figura pública como Chicharito dice que las mujeres deben “permitirse ser lideradas por un hombre”, está contribuyendo a mantener estructuras de poder que legitiman la desigualdad. Cada insulto de Salinas Pliego hacia mujeres refuerza la idea de que el espacio público no es para ellas. Cada comentario agresivo de Adrián Marcelo normaliza la violencia de género.
El resultado es una sociedad donde 11 mujeres son asesinadas diariamente por el simple hecho de ser mujeres, donde la brecha salarial persiste, donde el acoso callejero se considera “normal” y donde millones de niñas crecen creyendo que su valor está determinado por su capacidad de complacer a los hombres.
Es momento de exigir consecuencias reales. Las multas simbólicas y las disculpas de Instagram no bastan. Necesitamos que las plataformas digitales, los patrocinadores y las instituciones asuman su responsabilidad en la construcción de una cultura de igualdad.
Los medios de comunicación deben dejar de amplificar voces misóginas bajo el pretexto de la “libertad de expresión”. Los patrocinadores deben evaluar si quieren asociar sus marcas con personajes que promueven la violencia de género. Las instituciones deportivas y de entretenimiento deben implementar protocolos más estrictos para prevenir y sancionar este tipo de comportamientos.
El caso de Chicharito debe servir como punto de inflexión. No podemos seguir permitiendo que nuestros ídolos deportivos, nuestros comunicadores y nuestros empresarios más influyentes utilicen su plataforma para perpetuar la violencia de género. El costo social es demasiado alto y las consecuencias, letales.
La igualdad de género no es una moda pasajera ni una agenda política: es un derecho humano fundamental. Y defenderla implica señalar, sin concesiones, a quienes la atacan desde posiciones de poder e influencia. El machismo mediático mata, y es responsabilidad de todos detenerlo.

JÉSSICA ROSALES
Periodista con 20 años de experiencia en distintos medios de Coahuila.Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autora, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx