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París y Hitler: Una relación de amor y odio

La mañana del 14 de junio de 1940, las tropas alemanas entraron en París sin encontrar ningún tipo de resistencia. Un París extrañamente vacío, esperaba la llegada de los alemanes. Solo se veían unos pocos policías en las calles. un puñado de soldados y algunos civiles que deambulaban sin rumbo. Algunas amas de casa hacían compras en la única panadería que aún permanecía abierta. 

Las únicas autoridades que quedaban en la capital eran el cardenal Suhad, el arzobispo, funcionarios de los servicios esenciales, la prefectura, guardias móviles y bomberos. Los que quedaron, observaron la entrada en silencio. Pequeños grupos de personas seguían sentadas en las terrazas, bulevares y cafés. Las tiendas estaban tapiadas. En la Place de l’Opéra había un solitario automóvil con un gran cartel de «se vende». La policía parisina seguía patrullando las calles. De vez en cuando se oía el zumbido de algún avión.

Las fuerzas alemanas entraron en la ciudad al mediodía, llegaron desde el noroeste y por la Puerta de Aubervilliers desde el noreste marcharon por Champs-Élysées con tanques, vehículos blindados de reconocimiento, unidades antitanque e infantería motorizada. Se instalaron puestos de ametralladora en puntos clave y se tomaron las estaciones de radio. Al final se instalaron en la Plaza de la Concordia.

El 23 de junio de 1940, Adolf Hitler realizó una visita relámpago a París, una ciudad que siempre había soñado con explorar como simple turista. De hecho, la Ciudad Lux, a salvo de los peores estragos de la guerra, se beneficiaría de un régimen especial durante la era nazi. Totalmente fascinado, Hitler prestó mucha atención a lo que ocurría allí durante ese período e insistió en que la ciudad siguiera siendo la gran capital cultural y del entretenimiento de Europa. El arquitecto fracasado, adoraba las grandes avenidas haussmannianas, las cúpulas doradas, el Arco del Triunfo y la Ópera.

Pero en 1944, y con el nazismo en franca derrota, los aliados tenían la intención de liberar la capital francesa y acercar a De Gaulle, que despachaba desde Londres.  El general alemán Dietrich von Choltitz, se había convertido en gobernador de la ciudad y era el hombre responsable de cumplir las órdenes de Hitler, que el 23 de agosto, furioso al ver que «su mayor conquista» estaba a punto de escabullirse, ordenó arrasar París. 

Hitler le ordeno no dejar en pie, ningún edificio religioso o monumento histórico. Le dijo que convirtiera la ciudad en un “montón de escombros”. Para eso había colocado explosivos en lugares estratégicos e icónicos para garantizar su destrucción. En palabras del Führer, “La ciudad no debe caer en las manos del enemigo”.

Pero el 25 de agosto, von Cholitz entregó París a los Aliados, contraviniendo las órdenes directas de Hitler, de quien, según una leyenda, habría sido telefoneado por el propio canciller alemán preguntándole: ‘¿Brennt París?’ ¿Arde País?. Cholitz lo engañó diciéndole que sí, y cuando De Gaulle desfiló por los Campos Elíseos con la Marsellesa resonando por sus calles, observó de nuevo la grandeza de la ciudad Lux y no las ruinas que, en su demencia, Hitler anhelaba.

La misma leyenda dice que Von Choltitz simplemente no pudo cumplir sus órdenes, decidiendo que preferiría traicionar a sus líderes y rendirse antes que ver a París destruido. Y es que ¿Quién se atrevería a dañar un lugar tan hermoso, interesante y lleno de ideas, un nexo de las personas que aman la vida y el arte?

La ciudad de Napoleón, Víctor Hugo, Pasteur, Marie Curie, Voltaire, Rousseau, Balzac y Julio Verne. El sitio que eligió Hemingway en el París Bohemio, en donde refugiaron pintores, intelectuales y escritores que encontraban la inspiración que no les motivaban otros sitios.

Y es que ¡Cómo no amar a Francia y a París! No es casualidad que en ese país y en esa ciudad vivieran pintores como Van Gogh, Picasso, Modigliani, Matisse, Miró y Dalí, y escritores como Voltaire, Rousseau, Émile Zola, André Gide, Anatole France, Balzac, Wilde, Camus, Proust, Scott Fitzgerald, Simone de Beauvoir, Sartre, William S. Burroughs, Fuentes, Cortázar y García Márquez.

Lo eligieron porque, como escribió Hemingway, “París era una fiesta”, una forma de celebrar su libertad, una libertad que algunos odian por todo lo que ello significa. 

@marcosduranfl

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MARCOS DURÁN FLORES

Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx