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Nuevo León y los pistolones

Mantener al país en la situación actual de ausencia de diálogo político sin que paguemos, tarde o temprano, el elevado precio de la degradación total de la vida pública.

A lo mejor, si usted discute, retoba o pelea con su mujer, el enojo o distanciamiento dura un día o dos, por lo común. 

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Después, viene la saludable reconciliación de pareja y vuelta a la vida normal.

En la escala de México, ¿cómo es posible vivir sin diálogo ni reconciliación entre el gobernante y los gobernados después de una pelea electoral?

No es racional mantener al país en la situación actual de ausencia de diálogo político sin que paguemos, tarde o temprano, el elevado precio de la degradación total de la vida pública.

Me vino a la cabeza esa reflexión después de leer un artículo de opinión de Javier Navarro Velasco, actual funcionario de alto nivel en el gobierno de Nuevo León, en el que hace propuestas audaces de diálogo político en medio de la tormenta política nuevoleonesa (en Detona.com, 16 de octubre).

El primer paso audaz de Navarro, como funcionario de gobierno estatal, es aventarse al ruedo periodístico con ansias de novillero cuando el toro de lidia está furioso y ganoso de embestir a todo lo que se mueva.

Su propuesta es directa.

Una sociedad que se fragmenta y antepone intereses particulares o de poder, pierde fuerza; pero una sociedad que colabora, incluso en la adversidad, se transforma en una fuerza imparable.

El primer paso para desarrollar este principio colaborativo para la construcción del bien común es entender que colaborar con la autoridad no significa sumisión ni renunciar a la crítica, ni a la exigencia de transparencia y rendición de cuentas.

El principal reto para desarrollar esa colaboración efectiva entre sociedad civil y autoridad es: superar la desconfianza.

La autoridad, cuando es receptiva, se fortalece con esta energía ciudadana, por eso debe haber en los gobiernos políticas de puertas abiertas y ser incluyentes.

El diálogo, nos dice la Real Academia Española, es “plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos”. 

Otra acepción del concepto es “discusión o trato en busca de avenencia”, la cual me parece más orientada a la definición de diálogo político.

El diálogo es la expresión más elevada de la tolerancia, refleja disposición a escuchar al otro y esfuerzo por entender su mensaje.

Si a nivel de personas el diálogo requiere de formas de cortesía y protocolos mínimos, en la arena pública se necesita un esfuerzo mayor para dialogar con todos los actores políticos y sociales.

No nos engañemos: el diálogo político puede ser desgastante, fastidioso, y estéril e improductivo.

Por lo general, tanto en gobierno como en la sociedad civil existe la creencia de que una mesa de diálogo es el lugar propicio para dar manotazos, gritos y sombrerazos.

No importa. hay que dialogar una y otra vez, más y más veces, hasta que de los gritos resulte, como un milagro, el acuerdo político.

Navarro dice que “cuando la ciudadanía, se involucra activamente, debe respetar normas básicas hasta participar en procesos de diálogo y transformación”.

El escritor Pablo Neruda, durante una visita al México bronco de los años cuarenta del siglo pasado, fue agasajado en un banquete en Xochimilco por una comitiva de diputados federales para convivir y dialogar con él.

Todos iban armados con revólveres que a Neruda le parecieron “pistolones”. A medida que se consumían abundantes bebidas alcohólicas, los diputados borrachos disparaban al aire en señal de júbilo y se disputaban entre ellos el privilegio de que el poeta disparara uno de esos “pistolones”.

¡Vaya manera de dialogar! Neruda, entre horrorizado y fascinado, se llevó esa impresión de México.

Afortunadamente, México es distinto hoy: una nación más avanzada, educada y consciente de su peso en el mundo como nunca antes, a pesar de sus problemas y adversidades.

Muchos de sus gobernantes, militantes políticos y activistas sociales conservan, sin embargo, el perfil de aquellos diputados de Neruda, aunque cambiaron los pistolones por la negación al diálogo y la predilección por la intolerancia.

La columna de Navarro es una opinión editorial, pero, además, un mensaje como funcionario a las fuerzas y actores políticos de Nuevo León: su puerta está abierta para dialogar.

Creo que solo pide que, por favor, dejen sus pistolones guardados en casa. 

Háganlo por Nuevo León.

Última llamada.

Rogelio.rios60@gmail.com 

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ROGELIO RÍOS estudió Relaciones Internacionales y es periodista de opinión sobre México y el mundo. Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx