En , de:

Muñoz Grajales: un magistrado ‘chimoltrufio’

Hablar mucho, pero no decir nada, es una rara virtud. Quienes la poseen pueden triunfar en el mundo del espectáculo, incluso sin proponérselo, pero jamás deberían acceder al papel de juzgadores. Al menos no en un país democrático.

Mucho se ha discutido, en los últimos meses, respecto de la mal llamada “reforma judicial” impulsada por la autodenominada cuarta transformación. Una de las aristas de esta discusión ha sido alimentada por el discurso de quienes aún integran el Poder Judicial Federal y reprochan la “destrucción” de la carrera judicial, modelo mediante el cual se garantizaba -en teoría- el acceso de los mejores -y solo de los mejores- a la tarea de juzgador.

LEE MÁS DEL AUTOR CARLOS ARREDONDO

En términos generales y a grandes trazos, la existencia de la carrera judicial implica una suerte de “servicio profesional de carrera” de acuerdo con el cual, para acceder a la tarea de juzgar controversias, resultaría indispensable cumplir una serie de requisitos mínimos. Pero el término “mínimos” no debe prestarse a confusión, pues aún cuando se tratara del parámetro inferior, estaríamos hablando de una base muy exigente.

Para decirlo con un ejemplo más claro: la carrera judicial -en el ideario, insisto- sería como las pruebas clasificatorias para acceder a la prueba de los 100 metros planos en los Juegos Olímpicos: quien aspire a pararse en el tartán del estadio olímpico debe correr la citada distancia en al menos 10 segundos con cinco centésimas. Cualquiera con un tiempo por encima de tal cifra debe seguir entrenando y, en última instancia, renunciar a tal posibilidad.

Lo anterior, sin embargo, es la teoría. Una teoría imposible de rebatir en la ausencia de evidencia contra la cual contrastar de manera objetiva.

Principio del formulario

Final del formulario

Y contar con tal evidencia era imposible… hasta el advenimiento de las redes sociales, así como de la popularización y abaratamiento de los instrumentos para transmitir en vivo, a cualquier hora y desde cualquier lugar del mundo, cualquier acontecimiento.

Así las cosas, hoy podemos atestiguar las sesiones -en vivo o de manera diferida- de prácticamente cualquier ente público creado para tomar decisiones relevantes para la vida pública, lo cual incluye a los órganos jurisdiccionales.

“Pero, ¿cuál es la novedad? ¡Hace mucho existe el canal judicial y, a través de éste, podemos seguir las sesiones de la Suprema Corte de Justicia!”, me dirá incluso un observador distraído…

Pues sí… y cuando uno atestigua una sesión de la Corte, aún cuando no entienda nada debido al uso impune de la jerga jurídica, es imposible no considerar a los integrantes de dicho órgano como unas señoras y unos señores con gran sabiduría y conocimiento del Derecho.

La cosa cambia de forma violenta cuando uno se conecta para ver, digamos, una sesión del Tribunal Colegiado en Materias Civil y Administrativa, del Octavo Circuito, con sede en Saltillo.

¡A’ijoesú!, diría un querido amigo. Incluso en sus mejores tiempos, al inmortal Roberto Gómez Bolaños le habría resultado muy difícil -cuando no imposible- escribirle a Florinda Meza, enfundada en la piel de La Chimoltrufia, un guion siquiera parecido a las alocuciones vertidas por uno de los integrantes de dicho Tribunal: Édgar Humberto Muñoz Grajales.

El citado jurisconsulto, quien presume contar con una “carrera” de un cuarto de siglo en el Poder Judicial Federal, es poseedor de una capacidad supra humana: hacer uso de la palabra y largar un discurso, o algo a lo cual podría llamarse discurso, carente de todo significado.

¿Recuerda usted a Sammy Pérez, aquel anti cómico lanzado al estrellato por Eugenio Derbez y cuyo talento consistía en hablar -podía hacerlo de forma interminable, aparentemente- y no decir absolutamente nada? ¡Pues haga de cuenta!

No me crea: vaya a esta liga (https://shorturl.at/4GXbl), constátelo personalmente y diga si no, tras atestiguar tamaña desmesura, no le dan ganas a uno de coincidir en la necesidad de “reformar” el Poder Judicial…

Seguiremos en el tema.

¡Feliz fin de semana!

@sibaja3

VISITA ASÍ DICE

Comentarios
Carlos Arredondo

CARLOS ARREDONDO es periodista desde hace 30 años. Actualmente es Subdirector Editorial de Vanguardia, en Saltillo. Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx