En este espacio lo hemos señalado en forma reiterada y sin ambigüedades: muy lejos del discurso megalómano instalado en Palacio Nacional, desde diciembre de 2018, al Gobierno de la República llegó un equipo cuyas capacidades dan, si acaso, para una transformación de cuarta.
Hoy, cuando los herederos de nuestro Perseo de Pantano aseguran, de forma incesante, cargar sobre sus hombros la construcción “del segundo piso de la transformación”, pues es eso: un segundo sexenio de mediocridad, incapacidad y victimismo. El último de los ingredientes, por cierto, es su favorito, pues ello les permite evadir perpetuamente la responsabilidad de los hechos cotidianos.
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A los demasiados ejemplos acumulados a lo largo de siete años ya se ha sumado, en la última semana, el del asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo. Una dosis triple de realidad para el triunfalismo discursivo de la presidenta Claudia Sheinbaum, a quien se le ha hecho tarde, casi desde el primer día, para cantar victoria en la lucha contra el crimen organizado.
Pero, como corresponde a la tradición victimista de los incompetentes, el gobierno transformador no puede sino repetir el mantra acuñado por su líder eterno: la culpa es del pasado. No importa si el pasado se encuentra cada día más distante: ese pasado, y los actos de quienes nos precedieron, nos determina, nos tiene secuestrados.
Así, la Presidenta científica recicla una hipótesis incapaz de resistir el análisis del método científico: ¡la culpa de lo ocurrido en Uruapan es de Felipe Calderón!
El silogismo es impecable: “¿Dónde declararon la guerra contra el narco? ¿Dónde la declaró Calderón? En Michoacán; 6 años de fracaso, de una estrategia…”, dijo textualmente la presidenta Sheinbaum en su homilía populachera del lunes pasado.
Se nos recuerda el hecho, desde luego, porque nosotros, desmemoriados mortales, podríamos olvidarlo.
No importa si lo señalado ocurrió ¡hace 19 años! Tampoco, por supuesto, si el sexenio de Felipe Calderón concluyó hace ya 13. Menos aún importa si “la transformación” arrancó hace ya siete años.
Y, para no dejar lugar a dudas de cómo el determinismo calderónico se ha instaurado como el origen de todos nuestros males, la mandataria largó en esa conferencia una frase digna de análisis pausado: “La guerra contra el narco, eso no funcionó; al contrario, fue lo que generó esta violencia que apenas estamos disminuyendo, fueron 6 años de Calderón, 6 años de Peña, y apenas cambió la estrategia”.
Las últimas cuatro palabras de la frase deben subrayarse con marcador fosforescente, imprimirse en una lona y colocarse a la vista de todos, en todos los pueblos del país, porque esa es la explicación de la realidad actual: “apenas cambió la estrategia”.
¡Apenas cambió la estrategia! Claro: la Presidenta estudió física y seguro está recurriendo a la Teoría de la Relatividad. Se inspira en Einstein cuando recurre al adverbio “apenas” para enfatizar cómo ha pasado muy poco tiempo -casi nadadesde el “cambio de estrategia” en materia de seguridad.
O tal vez su relativismo temporal provenga de su afición al tango y está recurriendo a esa famosísima frase, incluida en la letra de “Volver”, de los inmortales Carlos Gardel y Alfredo Le Pera: “Sentir que es un soplo la vida/ Que veinte años no es nada…”.
Y si veinte años no es nada… ¡pues menos siete! Y entonces, la transformación de cuarta tiene la coartada perfecta para evadir la responsabilidad y decir, con todo el aplomo característico de los déspotas: ¡a Carlos Manzo lo mató Calderón!
El problema para la T4 es la dificultad creciente para hacer tragar a las mayorías tremendo anzuelo… las calles de Uruapan y otras poblaciones michoacanas dan cuenta de ello.
¡Feliz fin de semana!

Carlos Arredondo
CARLOS ARREDONDO es periodista desde hace 30 años. Actualmente es Subdirector Editorial de Vanguardia, en Saltillo. Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx