Morena, fiel a su código genético priista de los años sesenta, construye poco a poco la nueva versión de la dictadura perfecta para México. Mario Vargas Llosa tuvo razón cuando precisó, en agosto de 1990, que México era la dictadura perfecta.
En su momento, el escritor enfatizó que la “dictadura perfecta” mexicana no era como los gobiernos militares de Sudamérica ni como los comunistas pro cubano-soviéticos, sino un régimen que mantenía las formas democráticas mientras vaciaba su contenido.
La tendencia autoritaria –situada en una zona gris– es la misma ayer, en la versión 1.0 del viejo PRI, y hoy, con la versión 2.0 de Morena, recargada y alterada con narcocorridos de fondo.
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Justo es precisar: esa tendencia fue modificada en 1977 con la reforma política impulsada por Jesús Reyes Heroles, entonces secretario de Gobernación bajo la presidencia de José López Portillo. Esta reforma reconoció legalmente a partidos proscritos y perseguidos – como el Partido Comunista Mexicano–, estableció el sistema de representación proporcional en la Cámara de Diputados y abrió la puerta a una oposición institucionalizada, aunque aún limitada en poder real.
Dicha reforma no fue una concesión graciosa del régimen priista. Por el contrario, fue hecha para evitar el colapso del sistema político, canalizar el descontento social acumulado y reprimido desde finales de los años cuarenta a través de mecanismos legales, modernizar el sistema electoral vía la pluralidad y responder a presiones externas por los movimientos democratizadores que ocurrían en América Latina y a las presiones internas de movimientos estudiantiles, sindicales y sociales que exigían mayor apertura y ofrendaron, para ello, las vidas de sus integrantes.
En suma, la reforma de 1977 tenía un objetivo sustantivo: preservar la hegemonía del PRI con legitimidad renovada. Lo cual fue posible hasta el año 2000, cuando Vicente Fox arribó a la Presidencia de la República y abrió una etapa de alternancia democrática que, eventualmente, permitió de manera paradójica el regreso de la peor versión del PRI, disfrazado ahora de colores guindos, al poder presidencial.
¿Cuál es el comparativo entre el PRI 1.0 y su versión Morena 2.0? El PRI gobernó ininterrumpidamente durante 70 años, de 1929 a 1999, con una hegemonía total. Morena y aliados buscarán concentrar el poder político de igual manera, en el tiempo, aunque de manera distinta. De hecho, podrían sacrificar algunos estados con un peso electoral mínimo – como Coahuila, Durango u otro– para generar una fachada democrática al exterior.
En el PRI 1.0 existían elecciones, pero controladas mediante el fraude, el clientelismo y el uso de recursos públicos. En Morena 2.0, las elecciones ocurren en terreno desigual por el uso de programas sociales y la eventual cooptación del INE como árbitro electoral, con una reforma en ciernes.
El Poder Judicial retorna, como antaño, a una subordinación irrestricta al Poder Ejecutivo: sin independencia e imparcialidad alguna para cortar cualquier viso democrático de tajo.
Entonces, el viejo PRI ejercía un control férreo de los medios de comunicación; hoy Morena intentará hacer lo mismo con los medios tradicionales, pero será incapaz de parar la pluralidad impulsada por Internet y las redes sociales, aunque reporteros y analistas enfrentan violencia, intimidación y desaparición.
En aquel entonces, la oposición era permitida, pero de manera marginal y sin posibilidad alguna de ganar; hoy, Morena domina el Congreso, el Senado, la mayoría de los gobiernos y los congresos estatales.
Mientras, la oposición actual camina fragmentada, desarticulada y sin rumbo: sin una narrativa alterna que genere esperanza y movilización. Por lo que Morena 2.0 permitirá su existencia, pero acotando su poder y evitando que transforme la correlación de fuerzas políticas en nuestro país.
El PRI 1.0 impuso su control –de manera autoritaria y represiva– a varias generaciones de mexicanos para nulificar su participación política. Hoy existe una ciudadanía más crítica y activa, pero decepcionada de la democracia –desde hace 22 años– y más tolerante, por ende, con medidas autoritarias que puedan ser más eficaces en la resolución de los problemas del país.
¿Existe alguna diferencia entre el viejo PRI 1.0 y su peor versión –regresiva y autoritaria– previa a 1977, representada por Morena 2.0 en 2025? Ninguna. Su código genético los respalda.

Luis García Abusaíd
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx