Ejercer el periodismo de opinión no es andar por un camino de rosas y días soleados bajo cielos despejados. Al contrario, el cielo nublado y la tormenta son constantes.
Jimmy Kimmel y Charlie Kirk, uno actor comediante y otro conferencista de alto vuelo, no son mexicanos, pero bien podrían serlo: al primero se le canceló su programa por opinar sobre la muerte del segundo, asesinado en un evento público.
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Los norteamericanos Kimmel y Kirk sufrieron dos tipos de censura que, al final, se juntan en una sola consecuencia: acallar la voz del que opina.
La censura propia o autocensura de la cadena televisiva ABC silenció indefinidamente a Kimmel; la censura criminal mató la voz de Kirk para siempre.
En España, a raíz de la interrupción de la última etapa a la Vuelta de España el 14 de septiembre, el máximo evento ciclista de la nación ibérica, por personas radicales y protestantes propalestinos alentados por organizadores ligados a la organización terrorista Hamás según periodistas españoles, de inmediato el gobierno socialista suprimió voces críticas en la televisora pública RTV.
“En España disentir ya no es un derecho: es una condena”, escribe la columnista española Guadalupe Sánchez.
“El que se atreve a salirse del guión gubernamental pasa a ser presa de linchamiento”, agrega (en “Claudicar ante la autocensura”, (The Objective.com, 19/09/2025).
¿QUÉ PASA EN MÉXICO CON LA CENSURA?
Traje a colación los ejemplos de Estados Unidos y España para establecer, en primer lugar, que la censura que vivimos en México no es un fenómeno único o aislado, sino una de las caras del autoritarismo que bajo las etiquetas de izquierda o derecha campean en el mundo.
En segundo término, la discusión pública, desde la perspectiva de los periodistas y ciudadanos, no es si existe o no censura en México, sino cómo se aplica “la censura de la censura”.
Me explico.
Cuando la presidente o los voceros y comparsas mediáticos del gobierno nacional afirman y repiten que “en México no hay censura porque cada quien puede expresar lo que quiera…”, omiten agregar la terminación de la frase: “… y atenerse a las consecuencias de opinar”.
Ahora, el mecanismo predominante de censura en México es la censura institucional o empresarial de quienes no quieren meterse en problemas con los gobernantes y deciden silenciar desde adentro las voces críticas que participan en sus medios de comunicación.
La censura es “la intervención que practica el censor en el contenido o en la forma de una obra atendiendo a razones ideológicas, morales o políticas”, dice en el Diccionario de la Real Academia Española.
En una perspectiva amplia, se considera a la censura como “la supresión de material de comunicación que puede ser considerado ofensivo, dañino, inconveniente o innecesario para el gobierno o los medios de comunicación según lo determinado por un censor” (educalingo.com).
En Campeche, México, el periodista Jorge González Valdez y el periódico Tribuna sufren un caso clásico de censura e intervención de un censor ordenada por una jueza local a demanda de la gobernadora del estado.
La censura a González Valdez es visible, pero la que padecen muchos otros reporteros, periodistas de investigación y periodistas de opinión es invisible, aunque no menos eficaz.
La pérdida de espacios públicos o privados de expresión de opiniones es constante e imparable en los medios de comunicación mexicanos.
Desde siempre, la relación entre los periodistas críticos y el gobierno nacional o los gobiernos locales ha sido ríspida, tensa y conflictiva.
Ejercer el periodismo de opinión no es andar por un camino de rosas y días soleados bajo cielos despejados. Al contrario, el cielo nublado y la tormenta son constantes.
Lo que hoy viven los periodistas mexicanos es una etapa superior de la censura: yo no necesito, dice el gobernante, prohibir directamente que opines, pero presiono y pongo un ultimátum a tu medio de comunicación, en el caso de la censura institucional.
Yo no necesito prohibir directamente que opines, dice el empresario, pero no lo harás en mi medio de comunicación si tus opiniones me meten en problemas con el gobierno, en el caso de la censura empresarial.
En consecuencia, el panorama para el periodismo de opinión, de investigación y para el trabajo incansable de los reporteros en busca de los hechos, sigue muy nublado y en él se avizora la llegada de la censura de la censura.
“La palabra ha dejado de ser un vehículo de libertad para convertirse en un sinónimo de sumisión. O dices lo que el poder quiere escuchar o serás triturado”, concluye Guadalupe Sánchez.
No le muevo ni una coma a lo que ella dice.
ROGELIO RÍOS estudió Relaciones Internacionales y es periodista de opinión sobre México y el mundo. Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx