Los señores, (casi) todos, están enojados.
Llevan milenios cultivando la idea de que las mujeres somos intrínsecamente inferiores y sólo servimos como incubadoras, amas de casa y empleadas de oficios irrelevantes.
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Llevan siglos metiéndonos en la cabeza a una sucesión interminable de señores (sobre todo blancos y europeos) que destacaron en sus respectivas disciplinas, profesiones u oficios y llamando a eso «cultura universal».
Llevan más tiempo del que podemos calcular insistiendo en que la historia la hacen los grandes hombres y las mujeres somos un apéndice que no merece mención.
En su visión, si las mujeres no existimos para ser los satélites de los hombres, rendirles pleitesía y rendirnos a su masculinidad, sería mejor que no existiéramos en lo absoluto.
Sin embargo, en pocas décadas las mujeres nos incorporamos a todas las disciplinas, profesiones y oficios. Descubrimos que Europa es una parte demasiado pequeña, insular y desconectada de otros centros civilizatorios y de producción cultural y que es una tontería equipararla a la cultura universal.
Nos dejó de emocionar la lista de grandes científicos, filósofos, escritores, cineastas, etc. a los que llaman universales. Ver cómo los pintores europeos pasaron de pintar horrorosamente en la Edad Media a perfeccionar los mismos motivos bíblicos después de siglos de práctica nos arranca más bostezos que goce estético.
¡Peor aún cuando llegamos al siglo XX, donde los pintores europeos «descubrieron» la descomposición de la forma!!!! No negamos el mérito de los llamados genios de la literatura, pero nos interesa más entender qué privilegios les permitieron sentarse a escribir imparablemente hasta perfeccionar su técnica.
Porque en el fondo, se trata de eso, señores que no tuvieron que hacer de comer, criar a sus hijos, lavar, limpiar y ordenar el espacio doméstico y sólo así pudieron tener el tiempo necesario para cultivar sus talentos innatos.
Privilegios de los que históricamente ha adolecido la mayoría de la población, particularmente las mujeres.
Perdón que ya no podamos admirarlos, reverenciarlos ni convertirlos en el centro del universo. Nuestra devoción está reservada para quienes lograron cultivar sus talentos innatos teniendo absolutamente todo en contra.
En el proceso nos hemos dado cuenta de que casi todas ellas han sido mujeres. Muchas de ellas de una clase alta o media alta, cierto, porque la lucha de clases no perdona a nadie.

Adela Cedillo
Doctora en Historia de América Latina por la Universidad de Wisconsin-Madison Es licenciada en Historia y maestra en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha publicado artículos en revistas indexadas y de divulgación y capítulos en obras colectivas sobre la guerra sucia mexicana, las organizaciones armadas revolucionarias, los derechos humanos y la guerra contra las drogas. Tw @Eliseirena
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autora, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx
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