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En la montaña…

En la montaña, Diego Enrique Osorno reúne crónica, testimonio, diario y reflexión periodística para explorar la trayectoria del zapatismo desde su levantamiento en 1994 hasta el presente, vinculando esa historia con hechos contemporáneos, como el narcotráfico, los viajes de delegados zapatistas y las tensiones entre rebelión y legitimidad.

El libro tiene una estructura que va más allá de la sucesión de eventos: incluye una “Hoja de ruta”, capítulos temáticos, fotografías, mapas de los “caracoles zapatistas”, un epílogo y otros elementos de acompañamiento. La apuesta de Osorno es hacer visible lo íntimo detrás de lo colectivo, y situar al lector en la frontera entre la utopía zapatista y los retos del presente.

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Ganó el 5.º Premio Anagrama de Crónica / Fundación Giangiacomo Feltrinelli 2023 según la editorial.

Lo que funciona

  1. Rigor documental + voz personal
    Osorno consigue un balance que no es fácil en el género de crónica política: aporta entrevistas, memoria histórica, contexto crítico, y al mismo tiempo hay momentos de introspección donde el cronista se expone. Ese ejercicio permite que no se sienta como un informe distante, sino como un viaje compartido.
  2. Simbolismo efectivo — el mar, la travesía, la tierra
    Elegir que parte de la narración se desarrolle en el mar (la travesía zapatista al Atlántico hacia Europa) es un acierto simbólico: escenifica el contraste entre lo terrestre tradicional del zapatismo y el desplazamiento global de las ideas. Ese desplazamiento espacial refleja la ambición de llevar una causa local al plano mundial.
  3. Temas de tensión bien planteados
    El libro no elude las contradicciones: cómo dialogan el zapatismo con fuerzas externas, con la política mexicana, con el narco, con sus propias crisis internas. En los capítulos se cruzan figuras como El Mayo Zambada, los subcomandantes (Marcos, Moisés, Galeano) y los delegados indígenas, mostrando cómo esas líneas se intersectan. Esa complejidad le da densidad al libro.
  4. Impacto narrativo y literario
    Hay momentos de escritura que funcionan como escenas literarias, no sólo como hechos: descripciones del mar, reflexiones del cronista, diálogos que se sienten fragantes. No es sólo “periodismo puro”; es crónica literaria con énfasis en el tiempo, la memoria y la exigencia del relato.

Lo que podría haberse hecho con más deliberación

  1. Sesgo de fascinación
    En algunas partes se percibe que Osorno mira con admiración al zapatismo, que las figuras como los subcomandantes pueden generar una fascinación acrítica. La distancia crítica a veces flaquea. En un libro que trata de construirse como crónica rigurosa, ese grado de identificarse demasiado puede restar objetividad.
  2. Saltos de enfoque y densidad narrativa
    En ocasiones el relato hace cambios abruptos: va de la exposición política a la intimidad del cronista, de entrevistas densas a narraciones descriptivas. Algunos lectores podrán sentirse desorientados. La transición entre Norte, Centro, Sur (en el primer capítulo) ejemplifica esto: combina temáticas bastante distintas en el mismo espacio narrativo.
  3. Exceso de rostros y voces sin suficiente distancia
    Para dar esa amplitud, Osorno introduce muchos interlocutores y voces (delegados zapatistas, periodistas, líderes del narco). Eso enriquece, pero exige del lector concentración porque algunas voces quedan apenas trazadas. En ese sentido, algunas trayectorias podrían haberse profundizado más o descartado para mantener el foco.
  4. El desafío del cierre
    En un libro que abarca décadas y aspiraciones elevadas, cerrar con una tesis clara y consistente es difícil. A alguien que busca una conclusión firme le puede quedar la sensación de que el libro deja puertas abiertas —pero quizás eso sea parte de su intencionalidad: la utopía no se clausura. Esa ambigüedad, para algunos, puede sentirse como deuda narrativa.

Mi valoración personal

En la montaña es una obra valiosa que trasciende la crónica de movimientos sociales: es también una invitación a repensar el lugar del periodista, del observador, del soñador y del ciudadano. Osorno propone que narrar no es sólo mostrar lo que pasa, sino interrogar lo que aún no se dice. Esa valentía narrativa es lo que le da al libro uno de sus mayores méritos.

Para mí, el libro funciona mejor cuando se desliza hacia lo íntimo, cuando el cronista se vuelve pasajero del viaje, no sólo testigo. Es allí donde se siente más auténtico, más humano. Las grandes zonas de sombra permanecen, pero ese permanecer sin resolver puede entenderse como un reflejo del tiempo que narra: México no cede respuestas fáciles.

Si tuviera que ubicarse en la tradición latinoamericana, En la montaña dialoga con los cronistas históricos que mezclan testimonio, política y poesía del territorio (Pensar en Rodolfo Walsh, Gonzalo Arango, Juan Villoro). Osorno es uno de los cronistas contemporáneos que no rehúye la utopía, aunque sepa lo difícil que resulta sostenerla en medio del desencanto.

Mi sugerencia para el lector exigente: leer despacio, detenerse en los pasajes marítimos, volver a los mapas, releer las entrevistas y acompañar el libro con búsquedas exteriores (documentales, mapas, historias zapatistas). No es novela de evasión; es invitación a confrontarse con lo que México quiere olvidar.

En suma: no me parece perfecta, pero sí necesaria. Una crónica con asperezas, con piel, con preguntas que todavía faltan por responder.

Mi calificación para En la montaña, de Diego Enrique Osorno, es de 8.8 / 10.

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Comentarios
Valeria X de la Garza

Apasionada de las letras en construcción. Para ella, leer es un acto de resistencia y ternura. Transita en el noreste mexicano.

Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autora, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx

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