Nadie se preocupe por la posibilidad de ser espiado… hoy somos espiados, las más de las veces con nuestros consentimiento, y ni por enterados nos damos. Lo cual no debe convocarnos a normalizar esta realidad, desde luego.
Digámoslo pronto: en México se espía de forma indiscriminada e impune. Y no lo hace solamente el gobierno, sino todo aquel con posibilidades económicas para comprarse los equipos y programas informáticos necesarios para hacerlo.
Lee más del articulista CARLOS ARREDONDO
Más aún: a quienes pueblan nuestra clase política, sin importar a cuáles siglas partidistas se suscriban, jamás les ha importado construir un marco jurídico orientado a proteger la privacidad de las personas. Y eso es así por una razón simple: salvo raras excepciones, nuestros políticos son partidarios del despotismo, no de los valores democráticos.
Pese a lo anterior, es decir, la existencia de una vocación generalizada por el espionaje, siempre será más cómodo entrometerse en la vida de las personas “con la ley en la mano”. Por ello justamente, el gobierno de Claudia Sheinbaum ha impulsado el conjunto de reformas jurídicas a las cuales la oposición -o los remanentes de ella- ha dado en llamar “La Ley Espía”
Porque si la ley autoriza al gobierno -a quienes detentan el poder es una expresión más adecuada para describir la realidad- a recopilar los datos sensibles de cualquier persona y, además, le permite colgarle a todo mundo un dispositivo de rastreo… ¡pues tanto mejor!
Y si, ya entrados en gastos, lo anterior puede hacerse sin el engorro de pedirle autorización a un juez, es decir, sin la necesidad de probar la existencia de razones suficientes para justificar la intromisión en la privacidad individual, ¡pues estamos hechos!
Nadie se desgarre pues las vestiduras por el surgimiento de una legislación de acuerdo con la cual la CURP, hasta hoy una serie de letras y números útiles para garantizar la posibilidad de ser identificados sin margen de error, trasmutará -sin eufemismos de por medio- en un grillete electrónico.
Pero tampoco nadie se confunda: no estoy justificando la intromisión gubernamental -o la de entes privados- en nuestra esfera íntima. Simplemente intento describir la realidad: vivimos en un país en el cual el espionaje se ubica en la categoría de deporte nacional… y a los ciudadanos de a pie nunca nos ha importado mucho, en realidad.
Dicho lo anterior, sin duda es importante -y muy necesario- tener claro cómo, en la época de la revolución informática y la inteligencia artificial, nuestros datos personales constituyen el más valioso de los activos al cual una empresa y/o gobierno puede acceder.
No tiene, por cierto, el mismo propósito el acopio de datos personales por parte de empresas y del gobierno. En el primer caso, estos se utilizan para contar con un perfil nuestro gracias al cual las empresas privadas pueden vendernos sus productos y servicios; en el segundo caso se utiliza para el control político.
Curiosamente, las personas, en general, oponemos poca resistencia -o ninguna- o entregarle nuestros datos personales a las empresas. La mayoría de las veces, incluso, ni siquiera reparamos en el hecho, pues como nos encantan los servicios “gratis” proveídos en línea, aceptamos sin chistar los “términos y condiciones” de cualquier app a cuyas “bondades” nos volvemos adictos pero sin reparar en lo fundamental: el servicio se entrega a cambio de nuestra información personal.
De allí la expresión, brutalmente cierta, en la cual se resume esta realidad de manera inequívoca: “si el servicio es gratis, el producto eres tú”.
No es un tema trivial sino de la mayor importancia, pues se encuentra relacionado con los valores nucleares de ese mecanismo de organización social al cual aseguramos habernos suscrito: la democracia. Infortunadamente, la palabrita la repetimos con mucha frecuencia pero sin comprender cabalmente su significado. Por ello las acciones de quienes nos gobiernan la degradan constantemente y nosotros… ni nos enteramos.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3

Carlos Arredondo
CARLOS ARREDONDO es periodista desde hace 30 años. Actualmente es Subdirector Editorial de Vanguardia, en Saltillo. Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx