El futuro no pertenece a los más grandes, sino a los más ágiles, a quienes sepan anticipar tendencias y conectar tecnología con propósito humano.
El Premio Nobel de Economía 2025 otorgado a Philippe Aghion, Peter Howitt y Joel Mokyr reconoce una verdad incontestable: el crecimiento del siglo XXI depende de la innovación tecnológica, de la destrucción creativa y del poder de las ideas para transformar economías enteras.
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Su trabajo demuestra que el progreso no nace del capital acumulado, sino de la capacidad de reinventar los modelos productivos a través del conocimiento, la competencia y la ciencia aplicada.
Hoy, más del 60% del crecimiento global proviene del avance tecnológico y digital. La inteligencia artificial, la automatización y el análisis de datos están redefiniendo la productividad. Según la OCDE, las empresas que adoptan estrategias basadas en datos aumentan hasta 30% su eficiencia, mientras que aquellas que invierten en automatización reducen sus costos operativos en más de 20%. No es casualidad que, en los últimos cinco años, el 70% de las startups tecnológicas del mundo se concentren en inteligencia artificial, biotecnología y energía verde: los nuevos motores de una economía que premia la adaptación y castiga la pasividad.
En América Latina, el reto es mayúsculo. Mientras en países como Corea del Sur el gasto en I+D supera el 4% del PIB, en México apenas ronda el 0.3%. Sin una apuesta nacional por la innovación, el país corre el riesgo de quedar atrapado entre el pasado industrial y el futuro digital. Las startups mexicanas más de 7,000 activas según el BID representan una oportunidad real de diversificación económica, pero requieren políticas inteligentes, financiamiento y educación tecnológica para escalar.
Las estrategias digitales inteligentes son hoy tan relevantes como el capital mismo. Una empresa que domina sus datos, optimiza sus algoritmos y automatiza decisiones gana tiempo, precisión y competitividad. El futuro no pertenece a los más grandes, sino a los más ágiles, a quienes sepan anticipar tendencias y conectar tecnología con propósito humano.
Los premios Nobel nos recuerdan que el progreso surge cuando la ciencia y el mercado dialogan. La pregunta no es si la tecnología cambiará el mundo ya lo hace, sino si seremos capaces de acompañar ese cambio con visión, ética e inclusión. La verdadera riqueza no será el capital financiero, sino el capital intelectual. El desafío de esta era no es sobrevivir al cambio tecnológico, sino dirigirlo. Solo los países que entiendan que la innovación es política de Estado, y no moda de mercado, podrán escribir su propio futuro digital.
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CARLOS PEÑA SALAS
Especialista en estrategias de inversión.
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx