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El difícil arte de gobernar

La presidenta tiene que ser tan cuidadosa en los pasos que da, primero tiene que resquebrajar la imagen de su propio movimiento, o por lo menos de quienes se consideran dueños de este y posteriormente dar el golpe definitivo.

Algunos analistas y opinólogos que no han tenido la oportunidad de trabajar en el sector público creen que la teoría puede aplicarse a rajatabla en la política, en el ejercicio del poder y de la administración pública.

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De alguna u otra forma no entienden que en ocasiones el funcionario debe optar no por la mejor solución desde el punto de vista teórico o técnico, sino por aquella que ofrezca menos negativos para su capital político y, principalmente, para el ejercicio de gobierno, para la gobernanza porque, al final de cuentas, el funcionario tiene que pensar en los equilibrios sociales y de poder, nos guste o no.

Gobernar es un ejercicio de funambulismo, de equilibrismo, más en esta época en la cual las redes sociales magnifican las opiniones de grupos que, aunque pequeños, tienen una fuerte presencia en estos. 

Por ello, no se puede pensar en abstracto la forma de gobernar, sino en cada caso concreto. Hoy, por ejemplo, en México muchos casi exigen a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo que rompa con YSQ, aducen que es el momento, que las presiones de Estados Unidos son el pretexto perfecto para el rompimiento.

En algún sentido quienes así piensan tienen razón, como en el judo, la presidenta Sheinbaum pudiera aprovechar el momentum y montarse en la ola de desprestigio de distinguidos miembros de Morena para forzar un rompimiento con su antecesor, o por lo menos con aquellos que están en posiciones relevantes en el Estado mexicano gracias a él.

El problema es que, quienes estamos fuera de gobierno no conocemos los entretelones de lo que está sucediendo realmente, de las presiones que se ejercen desde Palenque, desde Washington y desde los diferentes niveles de gobierno con sus respectivos actores.

Supongamos por un momento que, como lo hizo Lázaro Cárdenas, Sheinbaum rompiera con su antecesor, ¿realmente tiene la presidencia el control de los diferentes factores de poder en el país como para hacerlo sin que ello afecte la gobernanza?

Es difícil saberlo pero, por ejemplo, hay un sector de Morena que le ha jugado las contras a la presidencia de forma abierta y que, en un momento dado pudiera pedir su destitución vía la revocación de mandato, tienen el poder suficiente como para cumplir con los requisitos para pedirlo, no necesariamente para ganar la votación.

Sin embargo, el solo hecho de pedirlo o de plantearlo en el Congreso, generaría un proceso de desestabilización del gobierno actual y una revuelta hacia el interior de Morena, lo cual no redundaría en bien de México.

Por ello es por lo que la presidenta tiene que ser tan cuidadosa en los pasos que da, primero tiene que resquebrajar la imagen de su propio movimiento, o por lo menos de quienes se consideran dueños de este y posteriormente dar el golpe definitivo.

El problema es que no es un proceso que pueda ejecutarse de la noche a la mañana, requiere de tiempo, y es precisamente en ese periodo en el cual sus adversarios tienen posibilidad de actuar.

No, la presidenta no la tiene fácil, aunque parece que va avanzando, aunque siempre reverenciando al líder real actual de Morena, un personaje que no solo es innombrable, sino invisible, pero omnipresente.

jpalacios@mobilnews.mx

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Juan Palacios

JUAN PALACIOS es educador de profesión, periodista por vocación. Editorialista en La Moneda, ABC, El Porvenir y Radio Alegría, en Monterrey. Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx