Ya tiene 87 años, pero no pierde su elegancia, siempre anda en sus tacones, esa es su peculiaridad.
Dolores Montano Martínez, “doña Lola”, nació el 22 de mayo de 1939 en La Planilla, cerca de San Juan de Guadalupe, Durango; sus pobladores llegaron de Zacatecas. Sus papás fueron Miguel Montano Peña y Catalina Martínez Hernández. Tuvieron nueve hijos. Sus bisabuelos eran gachupines, según le contaban sus papás. Cuando doña Lola tenía 5 años, la familia se fue a vivir al ejido Darias, municipio de Viesca, donde reside hasta la fecha.
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Doña Lola no fue a la escuela; no obstante, sabe leer y escribir, pues una institutriz le enseñó lo básico. De adulta, se graduó en el INEA. De niña le gustaba jugar a la cuerda, al trompo, y a los encantados. Desde pequeña fue sobresaliente y espigada, siempre le gustó andar muy limpia y elegante. Se vestía con moños, faldas amplias hasta el tobillo y blusas blancas. Trabajaba para comprarse sus arreglos. Dice que su papá tenía ojos de color entre verdes y grises, y ella heredó esa belleza de él.
También ayudaba en los quehaceres del hogar: desde hacer quesos, cuidar a los animales y bordar servilletas. Al paso de los años, su papá adquirió su derecho de ejidatario. Doña Lola conoció a los 16 años al que fue su esposo, José Gregorio Padilla Díaz. Procrearon a siete hijos: Eliseo, Elia, Mayela, Juventino, Luis, Nieves y Sabina. Su marido tenía vacas y cabras, y ella elaboraba quesos y requesón. Aprendió a hacerlos observando. Primero obtenía el cuajo, un conjunto de enzimas que se extraen del estómago de ciertos rumiantes como chivas y borregos, luego lo usaba para cuajar y transformar la leche en quesos.
Doña Lola también molía nixtamal para sus tortillas, acarreaba agua en carrucha o cargaba en la cabeza las tinas con agua para los menesteres de la casa. En esa época, en el ejido Darias no había energía eléctrica, pero cuando llegó contaron con refrigeradores y la vida les cambió a todas las familias. A pesar de los pocos recursos que tenía, ella y sus hijos siempre andaban muy bien vestidos. Sonriendo, platica que cuando los de la ganadera acudían a los registros de ganado al ejido, se sorprendían de que ella anduviera en los corrales, entre el estiércol y dando comida a los animales con sus tacones de charol, blusas muy blancas y faldas al tobillo.
Es devota del Sagrado Corazón de Jesús y del Niño Dios. Cada año iba a Plateros a visitar el Santo Niño de Atocha en el tren de pasajeros que abordaba en la estación La Mancha, Coahuila, a las 10:00 de la mañana; llegaban a la estación de Felipe Pescador y de ahí se trasladaban a Plateros, donde pernoctaban para regresar al día siguiente. Recuerda que en una ocasión el tren se descarriló por Camacho, Zacatecas. Ella se agarró de donde pudo, mientras su esposo se encontraba en la puerta y dio gracias a Dios porque no les pasó nada. Rezaba por haberlos dejado con vida.
En Camacho vivió un año, pues su mamá la mandó con una tía para que ayudara con el cuidado de los niños cuando ella tenía unos 9 años. Al regresar a Darias, se preparó para hacer su primera comunión. En la región de los Tanques –el tanque Aguilereño y la presa de Genty– fue reina del adulto mayor. Platica con orgullo que fue coronada en el ejido El Aguaje, y que la llevaron a Saltillo, al DIF. Remarca que esos recuerdos los lleva en su corazón.
Ya tiene 87 años, pero no pierde su elegancia, siempre anda en sus tacones, esa es su peculiaridad. Tiene muchos pares que sigue usando. De hecho, sus nietas que viven en Estados Unidos le mandan la ropa para que siga vistiendo con elegancia. Ella dice que ser una persona elegante es motivo de orgullo. Su hija comenta que en una ocasión la internaron en la clínica 71 del IMSS, y en la madrugada, para ir al baño, se puso sus tacones y asustó a las enfermeras. Ella no puede prescindir de sus tacones: en su mente las chanclas sólo son para bañarse, y los tacones para lavar, trapear y lo demás. Sigue usando tacones diariamente, aunque más bajos, pues no puede vivir sin ellos. De joven le gustaban mucho los bailes.
Doña Lola es una persona muy noble, recibe a quienes la visitan con alegría y les comparte su humilde mesa. En la región es muy respetada. Se dedica a bordar, tejer, cocinar y coser ropa ajena. A sus hijas, de niñas, les hacía sus vestidos y a sus hijos sus camisas y sus shorts. Esa cualidad de modista ha hecho que ella siga vistiendo a diario de forma elegante, como en la época de oro del cine mexicano.

SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ
SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ es ambientalista, académico, escritor y senderista. Ex Rector de la Universidad Autónoma de Coahuila. Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx