Es un hombre muy trabajador, participa en política, destacándose siempre como un gran líder en su comunidad… Actualmente vende plantas medicinales en el pueblo. Asegura que la vida le ha sonreído.
El Bajío de Ahuichila –hoy ejido perteneciente al municipio de Viesca– es una de las comunidades que están sobre uno de los caminos reales de la época de la Nueva España, el cual unía a Viesca con Mazapil y Concha del Oro, ambos poblados de grandes yacimientos mineros hasta nuestros días.
El Bajío se ubica yendo de Viesca hacia Mazapil, a la salida del Cañón del mismo nombre. Dicha comunidad se abastece de agua potable de un pequeño ojo de agua que está ubicado a unos tres kilómetros sobre la Sierra de Mármol y a unos cientos de metros del punto trino, donde colinda Coahuila, Zacatecas y Durango.
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Ahí, en Ahuichila, nació el 14 de febrero de 1952 Valentín Delgado Guevara, del matrimonio formado por Jesús Delgado Samaniego y Lorenza Guevara Muñoz, quienes tuvieron ocho hijos. El papá había enviudado, le quedaron dos hijos. Don Valente fue a la primaria del ejido Benito Juárez, en aquel entonces los maestros federales sólo atendían hasta tercer año, luego se dedicó a ayudar a su papá con las siembras, los caballos, burros, chivas, gallinas, cóconos; así aprendió de esas tareas. Sembraban de temporal maíz, frijol y calabazas.
A los 12 años empezó a trabajar en la candelilla. Cuando hace mucho calor y hay prolongadas sequías, esas plantas se protegen desarrollando cera, en ese momento hay que aprovecharla, cortarla y llevarla a la paila para procesarla. Después vendían la cera al Banco Rural. Fue su principal fuente de ingresos.
Valente se casó a los 21 años con Cándida Reyes Sandoval, originaria de Miguel Alemán, Tamaulipas; procrearon siete hijos. Ella llegó al ejido porque su mamá se separó y se fueron a vivir a Campo Nuevo –en el cañón de Ahuichila–, con sus abuelos, a una majada donde criaban cabras.
Don Valente jugó béisbol hasta la edad de 45 años, en el equipo “Los Broncos del Bajío”. Jugaba primera base y tercer fielder. En el rancho había muy buenos beisbolistas, incluso decía que al ejido venían e iban a jugar de Zacatecas y Monterrey, se cooperaban y ponían de su bolsa para alquilar camión e ir a esos lugares.
Tenía unos burros, eran su medio de transporte, y en un carretón iba por leña de mezquite. Hasta la fecha lo hace para que su esposa le cocine, dice que la comida es más deliciosa preparada con leña. Siempre está activo, sigue sembrando calabazas, frijol y unas matas de maíz para sus elotes. Antes vendía en Viesca quesos que su mamá prepara. Lo sigue haciendo, pero ahora en los ejidos de Zacatecas.
Es un hombre de fe, católico y devoto del Santo Niño de Atocha. Recuerda con alegría cuando el obispo José Guadalupe Galván Galindo visitó la comunidad para realizar confirmaciones; lo pasearon en un carretón, con mucho respeto. Fue todo un acontecimiento. Le gusta mucho la música y disfruta, cada que puede, de un buen trago de tequila.
Es un hombre muy trabajador, participa en política, destacándose siempre como un gran líder en su comunidad. Formó parte del PRI, siguiendo el legado de sus padres. Recuerda que sus antepasados vivían en lo alto del cerro, en el Ojo de Agua, donde aún se conservan las ruinas de sus casas.
Don Eulalio Gutiérrez, durante la campaña para gobernador del estado, visitó el ejido. Valente recuerda que le ofrecieron elotes recién cortados y le solicitaron apoyo para entubar el agua del manantial hasta la parte baja. No prosperó. Más tarde, en la campaña de don Óscar Flores Tapia, repitieron la petición y lograron concretar el proyecto: el agua fue entubada hasta el Bajío de Ahuichila, llamado así por ubicarse al pie del cerro. La zanja se abrió con gran esfuerzo, pues el terreno es de caliche y piedra, pero unidos lo lograron. Con el tiempo, don Valente obtuvo el título de ejidatario.
Actualmente vende plantas medicinales en el pueblo. Asegura que la vida le ha sonreído: comenzó trabajando a pie, luego en bicicleta, después en carretón y hoy se transporta en la camioneta que le regalaron sus hijos. Aprovecha los saberes que desde joven aprendió observando, como poner ventosas y sobar a quienes se lastiman la cintura. Gracias a este saber tradicional, atiende junto a su esposa en su casa en el Bajío, donde reciben a personas de Viesca y Monterrey. Preparan sus propios mejunjes con hierbas del campo, y la gente, agradecida, les “da para el refresco”. Esa es su vida, llena de oficios y saberes que comparten con su comunidad.
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SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ
SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ es ambientalista, académico, escritor y senderista. Ex Rector de la Universidad Autónoma de Coahuila. Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx