Felipe Calderón, el candidato de «las manos limpias» que ganó la Presidencia «haiga sido como haiga sido», pasó de «hijo desobediente» a «hijo pródigo».
El primer mote le sentó tan bien que así tituló el libro donde narra su carrera política y sus propuestas de campaña.
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Lo de pródigo le viene por su regreso al PAN después de abandonar sus filas en 2018.
Margarita Zavala, su esposa, dimitió un año antes para postularse como candidata independiente.
Su carta de renuncia es un reproche a Ricardo Anaya, dirigente del partido у competidor suyo por la nominación presidencial. Lo acusa de haber «entregado las decisiones del PAN a otros» y de cancelar por completo «la vida democrática interna y la participación ciudadana en el PAN».
Zavala se retiró de la carrera presidencial y junto con su esposo promovió el partido
México Libre.
El Instituto Nacional Electoral les negó el registro por no transparentar como es debido el financiamiento de la organización. Los Calderón impugnaron sin resultado.
Hoy los dos están de nuevo en casa azul, no la de Frida, sino la fundada por Gómez Morín en 1939 para plantar cara al Gobierno del general Lázaro Cárdenas y sus políticas sociales.
El calderonismo es objeto de veneración en el «relanzamiento» del PAN como ayer lo fue la pierna de Santa Anna.
En el embeleso, la dirigencia panista, encabezada por Jorge Romero, tuvo la brillante idea de ostentar y defender, como narrativa de Acción Nacional, la obra de Felipe Calderón, caracterizada «por la lucha por las libertades y las oportunidades para todos».
El relanzamiento comprende, en palabras de Romero, «reconciliarnos con lo que hemos hecho bien» y presumirlo, pues donde el PAN gobierna, «se gobierna bien».
¿Presumir el aeropuerto de Texcoco? ¿La guerra antinarco? ¿La refinería Bicentenario en Atitalaquia, Hidalgo, de la cual se construyó sólo la barda? ¿La Estela de Luz cuyo costo triplicó el presupuesto original?
¿La honradez e inocencia de Genaro García
Luna?
Entre Fox y Calderón, como faro y guía, el PAN eligió al dogmático de Michoacán por duro. Calderón representa a la derecha tradicional y purista.
Fox es visto como el neopanista frívolo que desaprovechó la oportunidad de haber sido el Presidente de la alternancia. Muy lejos de Manuel J. Clouthier, quien afrontó al poder hasta sus últimas consecuencias.
Alejado también de panistas-empresarios como Luis H. Álvarez y Francisco Barrio, pero cerca de políticos ventajistas como Diego Fernández. Calderón tampoco es de la talla de Carlos Castillo Peraza, el último ideólogo del PAN, de cuya fuente abrevó y a quien después desdeñó.
Proceso publicó un texto sobre el tema a mediados del sexenio calderonista: «Luego de casi tres años de ejercicio del poder, cuya legitimidad no ganará ni con el manotazo policiaco-militar que echó a la calle a 43 mil trabajadores electricistas —y que sólo ratifica que la promesa de crear empleos fue siempre un mal chiste—, Felipe Calderón es congruente con lo que de él decía su maestro Carlos Castillo Peraza: ‘Inescrupuloso, mezquino, desleal a principios y personas’.
Tan categórica —у precisa— definición hizo Castillo Peraza luego de que padeció desdenes y malos tratos de Calderón que derivaron en la ruptura de una relación cuya entraña describe el periodista Julio Scherer García en Secuestrados, su más reciente libro».
Castillo renunció al PAN por algo que, al parecer, Calderón no tiene: dignidad y memoria.

Gerardo Hernández
GERARDO HERNÁNDEZ es periodista desde hace más de 40 años en Coahuila. Director General de Espacio 4.
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx
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