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Cuando la casa se vuelve fuego

Una tarde cualquiera, en la colonia Vista Hermosa de Saltillo, un tejabán se consumía en llamas mientras tres niñas de apenas 12 y 16 años quedaban atrapadas.

Vecinos irrumpieron, rompieron puertas, rescataron a las menores y detuvieron a su madre, identificada como Norma Isela “N”, quien había amenazado con quitarse la vida y dañar a sus hijas.

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El acto, extremo, estremecedor, debe hacer sonar todas las alarmas. No es un incidente aislado: es parte del tejido que revela una entidad que grita auxilio. En Coahuila se denuncian en promedio 42 casos de violencia familiar al día, entre enero y septiembre de 2025, lo que refleja una tendencia creciente. Y esto en un marco donde también crece la depresión, en una región que, contra la tendencia nacional, registra un alza persistente de trastornos de salud mental.

El reto estructural

Lo que ocurrió en Saltillo no es solo la imagen perturbadora de una madre que, en crisis, atenta contra su hogar y sus hijas; es un signo. Un signo de que la violencia intrafamiliar, el colapso de la salud emocional, los silencios en los hogares, las adicciones, la precariedad y el aislamiento —pese a la cercanía urbana— están funcionando como incendio latente.

Las autoridades estatales y federales, desde los institutos para las mujeres hasta los sistemas de salud mental, tienen un reto mayúsculo: cómo prevenir que un conflicto doméstico, agravado por enfermedad mental, desemboque en tragedia. Porque más allá de la cifra —42 denuncias al día— está el aviso de que muchas otras no se denuncian, y que el riesgo mayor está cuando se cruza la frontera de “esto ya es grave” a “esto ya es crimen”.

Salud mental y violencia: dos caras del mismo espejo

El dato de que en Coahuila la depresión va al alza, incluso cuando a nivel nacional baja, es especialmente inquietante. Cuando la mente se hiere, la casa también. Y cuando el hogar —la protección primordial— falla, se reactiva la espiral de la violencia. En el caso de esta madre en Saltillo, vecinos la veían alterada, discutiendo momentos antes del siniestro. ¿Y entonces? ¿Dónde estaban los servicios de salud mental? ¿Dónde la intervención temprana? ¿Dónde la red de contención?

¿Y el gobierno?

El gobierno estatal de Coahuila —y autoridades federales responsables de la protección de niñas, niños y adolescentes— tienen múltiples frentes abiertos:

  • Atención a víctimas de violencia familiar.
  • Detección y tratamiento de trastornos de salud mental.
  • Programas de apoyo a familias vulnerables, en riesgo.
  • Monitoreo, seguimiento, estadísticas precisas y acciones concretas.

Si ya se denuncian 42 casos al día, imaginar cuántas se quedan sin registro es doloroso. Y si la depresión sube mientras otras partes del país bajan, significa que algo en la prevención, en el acceso, en la cultura, en la inversión está fallando.

¿Dónde debe ponerse el foco?

  • Prevención temprana: que no esperemos a que la puerta se rompa y las llamas entren, sino que intervengamos cuando haya conflictos, adicciones, ideas suicidas, amenazas.
  • Salud mental como prioridad de seguridad social: que no se quede en un titular cada 22 de septiembre, sino que haya recursos, cobertura real y campañas que bajen al nivel local— colonias, barrios, comunidades.
  • Protección de la infancia: porque en el incendio las tres niñas fueron salvadas por vecinos, no por un sistema que pudo anticipar y evitar. Eso es inaceptable.
  • Colaboración interinstitucional: entre protección civil, bomberos, salud mental, procuraduría de la defensa de niñas, niños y adolescentes, servicios sociales. Las silos no funcionan.
  • Transparencia y rendición de cuentas: que cada cifra, cada reporte, cada caso tenga seguimiento. Que no quedemos en titulares.

Una reflexión final

La imagen del fuego devorando una casa en Saltillo es simbólica: lo que se prende no es sólo la madera ni la lámina, sino la confianza, la seguridad, el refugio de un hogar. La madre que amenaza, las niñas que huyen, los vecinos que rescatan: todos vemos un espejo de vulnerabilidad. Y la pregunta que queda es: ¿qué haremos nosotros, como sociedad y como gobierno, para que el espejo cambie de reflejo?

No basta con contar casos. No basta con cifras que suben o bajan. Nos convoca la urgencia de actuar, de interrumpir el ciclo antes que estalle. Porque cada una de esas 42 denuncias diarias —y las que no se denuncian— podría ser una historia distinta si se atiende con la diligencia, la compasión y la estrategia que exige este tiempo.

El reto es gigantesco. Pero no es invencible. Que este incendio sea más que noticia. Que sea una llamada de atención. Que sea, si queremos, el impulso para construir un sistema que no espere a que estalle el humo, sino que apague la chispa.

Comentarios
REGINA B LEÓN TÉLLE

Antiderecha por convicción, anticulto al líder por salud mental. No cree en las purezas ideológicas; se ríe de las utopIAs en PowerPoint.

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