Desde los pasillos alfombrados del Senado, donde la palabra se vende y la ley se dobla, llegó la orden disfrazada de iniciativa. La envió la Presidenta de la República. No traía retroactividad. Pero en la cúpula de los chalecos guinda, donde el poder se cocina a fuego lento y los pactos se firman con tinta invisible, alguien decidió meterle mano.
Adán Augusto López, el hermano del que dice vivir en La Chingada, se movió como quien no necesita despacho presidencial para ejercer mando. Coordinador de senadores, sí. Pero también operador de silencios, tejedor de transitorios, estratega de la desmemoria… y ahora, ganadero.
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Porque cuando le preguntaron por sus ingresos millonarios, no habló de contratos ni de favores: habló de vacas. De herencias. De una súbita vocación por el campo que, curiosamente, floreció justo cuando los números empezaron a brincar en sus declaraciones patrimoniales. El constitucionalismo, al parecer, no da para tanto. Pero la ganadería, sí.
Fue él quien permitió que el senador Manuel Huerta Ladrón de Guevara introdujera un artículo retroactivo en la reforma a la Ley de Amparo. Un acto que contradice el artículo 14 constitucional y convierte el derecho en mercancía de coyuntura. Como si el amparo fuera ganado que se puede marcar con hierro nuevo.
¿Para qué lo hizo? ¿Para mostrar que él manda más que la Presidenta? ¿Para ponerla contra la pared, como quien reta al espejo para ver si se rompe? No lo sabemos. Pero lo que sí sabemos es que en esa sesión, la dignidad fue ausente y la obediencia fue ley.
Y aquí, desde la trinchera de la palabra, escribimos los nombres de quienes votaron esa barbaridad, no para condenarlos, sino para que la historia los mire de frente:
- Coahuila: Cecilia Guadiana y Luis Fernando Salazar Fernández, que no sólo votaron contra la Constitución, sino que traicionaron el símbolo profundo de lo que significa Coahuila. Hicieron a un lado el Plan de la Hacienda de Guadalupe, la lucha por la democracia de Madero, los combates de Villa en Torreón y el significado del Cardenismo y el reparto agrario en la Laguna. Al estilo de Victoriano Huerta, le dieron un golpe de Estado a la Constitución.
- Baja California: Armando Ayala Robles y Julieta Ramírez Padilla, senadores que representan a un estado donde la Gobernadora tiene un expediente en Estados Unidos cuya portada dice “terrorista”. No fue un error administrativo. Fue una señal. Y ellos votaron como si eso no importara.
- Chiapas: Sasil de León Villard y José Antonio Aguilar Castillejos, a quienes habría que recordarles el mandato zapatista de “Mandar Obedeciendo”. Pero en lugar de eso, obedecen sin chistar las órdenes del nuevo y exitoso arriero de vacas, Adán Augusto López. Como si la dignidad indígena fuera intercambiable por consignas de partido.
Y mientras todo eso pasaba, la Presidenta tuvo que aclarar que ese transitorio no era suyo. Que no lo pidió. Que no lo escribió. Pero ya era tarde. El Senado había votado como quien firma un despojo.
Esperamos que ese despropósito sea rechazado en la Cámara de Diputados, y que si la obediencia vuelve a imponerse sobre la razón, sea la Suprema Corte de Justicia de la Nación quien lo declare inconstitucional. Porque si la ley no se defiende desde adentro, habrá que defenderla desde abajo.
Nosotros, los que escribimos desde la tierra que no se vende ni se calla, decimos que la ley no se negocia. Que la Constitución no se dobla. Que el pueblo no es trámite ni estadística. Y que cada nombre que votó esa traición será recordado, no por sus discursos, sino por su silencio cuando la justicia los llamó.
Porque la memoria es rebelde. Y la dignidad, aunque la quieran legislar, no se extingue.
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Jaime Martínez Veloz
Luchador social, politólogo, incómodo al poder, ex legislador.Presidente del Centro de Estudios y Proyectos para la Frontera Norte “Ing. Heberto Castillo Martínez”.
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx