Entre 2019 y 2025, en la entidad se ha detenido 1,682 menores de edad por este delito; en el país se ha capturado a 13,181 adolescentes
En los pasillos del Centro de Internamiento para Adolescentes de Coahuila, las historias se repiten con una frecuencia inquietante. Rostros jóvenes, de apenas 15 o 16 años, cumplen medidas por delitos relacionados con el narcomenudeo. No son excepciones: el estado ocupa ya el cuarto lugar nacional con más menores detenidos por narcotráfico, de acuerdo con cifras recopiladas por El Universal en un análisis sobre la creciente participación juvenil en el crimen organizado.
El informe revela que, en los últimos siete años, más de 13 mil adolescentes han sido detenidos en México por delitos vinculados con drogas, y que Coahuila concentra mil 682 de esos casos, solo detrás de San Luis Potosí, Chihuahua y la Ciudad de México.
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Aunque los reportes oficiales indican que el narcomenudeo en Coahuila ha disminuido en comparación con años anteriores, la realidad parece mucho más compleja.
Por Si Acaso MX publicó el pasado 26 de septiembre que el estado, junto con Nuevo León, registra una baja en denuncias por este delito, pero sigue siendo considerado un “foco rojo”.
El problema ha echado raíces profundas. Coahuila, por su posición estratégica en el norte del país y su cercanía con Tamaulipas y Nuevo León, ha sido históricamente territorio de paso y disputa para los cárteles. Esa geografía, sumada a un entorno de desigualdad y falta de vigilancia comunitaria, ha convertido a muchos adolescentes en piezas desechables dentro del engranaje del narco.
Inclusive, San Luis Potosí que es el líder en esta medición, también es considerado en el top de los mayores focos rojos por narcomenudeo, ya que junto a Guanajuato y Colima reportan tasas que superan los 180 casos por cada 100 mil habitantes.
Expertos en seguridad y justicia juvenil advierten que la mayoría de los menores reclutados por el narcotráfico lo hacen por necesidad económica, pero también por una cultura que glorifica la vida criminal.
En redes sociales, en la música y en los barrios, el “narcoéxito” se vende como modelo aspiracional. En muchos casos, los adolescentes no se perciben a sí mismos como delincuentes, sino como sobrevivientes dentro de un sistema que no les ofreció alternativas reales.