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Café con Marx, Durkheim, Weber y Foucault (I)

Imaginemos a estos grandes sociólogos en una mesa del Martin’s de Colón en Torreón o del Pour la France en Saltillo a las 10:00 horas.

Una mesera les pregunta: “¿Qué ordenarán los señores?”. Marx, Durkheim y Weber, galanes hasta el tuétano, reprimen sus piropos por la correctitud política impuesta en el siglo 21 y le responden de forma coral: “El aromático y delicioso café de siempre, amable señorita”. Foucault, callado, asiente con la cabeza.

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Durkheim: Leí en un periódico digital que nuestra contribución al pensamiento sociológico para comprender la sociedad era obsoleta. Y eso me dolió “un petit peu” (un poquito), como decimos en Francia.

Marx ríe a carcajadas, como si hubiera ingerido seis litros de cerveza Festbier, la tradicional del Oktoberfest alemán. Mientras Weber, elegante y pulcro, saca los mocos de su nariz con su dedo meñique, Foucault recuerda que olvidó dejar agua y croquetas marca Purina Optistart a sus nueve gatos recogidos cuando hizo una estadía en la Universidad de Berkeley, California.

Entre las risotadas de Marx, la mesera sirve el café y, por saber de sus recursos escasos, deja, como cada día, una canasta de pan dulce al centro de la mesa: “Es cortesía de la casa”, les dice. Agradecen, apenados, con una sonrisa.

Marx: No jodas, papi Durkheim, seguimos más vigentes que nunca: mi modelo de pensamiento forjado a inicios de la Revolución Industrial continúa en pie. El poder económico de las grandes corporaciones sigue coludido con el poder político para oprimir a los más jodidos. La mafia en el poder no fue una metáfora de aquel hombre apodado “Cabecita de Algodón”; es una realidad, expandida ahora, a niveles inimaginables con la 4T. Y la ideología del Estado, en un sentido amplio, a través de las leyes, la educación, la cultura y la religión, sólo refuerza esa relación de poder dominante sobre los más fregados de la tierra.

Durkheim: ¡Tienes razón, mi Charlie! Marx: La lucha de clases, que partía de la economía para ilustrar el conflicto entre corporaciones y trabajadores, sigue viva y acompañada ahora por nuevos movimientos sociales de los años sesenta y ochenta, que tienen como centro, más allá de la clase social, identidades específicas (género, etnicidad, sexualidad y cultura). Ahí están el feminismo, el ecologismo, los movimientos estudiantiles y las luchas LGBTIQ+.

El acompañamiento se expande porque en el siglo 21 los conflictos sociales abrazan esas identidades colectivas interrelacionadas para mostrar cómo clase social, género, raza y sexualidad se entrecruzan en la opresión que padecen muchas mujeres, minorías sexuales, migrantes y pueblos indígenas. De esta manera, tenemos en el mundo múltiples ejes de opresión y de resistencia.

Foucault: ¿Qué piensas del fracaso histórico de los distintos casos de socialismo real implantados en distintas partes del mundo?

Marx: Ay, mi rey, primero, no me alcanzó el tiempo para modelar la implementación de la crítica económica y política al capitalismo que desarrollé en los textos del Grundrisse y el Capital. Segundo, el fracaso fue causado porque nadie escuchó a Trotsky, quien muere asesinado por estalinistas del Partido Comunista Mexicano en Coyoacán el 21 de agosto de 1940.

La revolución debió haber sido permanente –en todos los países del orbe– para atacar el capitalismo mundial: no concentrada en un sólo país para amamantar nacionalismos patrioteros. Cada uno de esos países debió impedir la creación de una burocracia autoritaria, alejada de los trabajadores, porque ésta apuntaló el surgimiento y mantenimiento de una nueva casta en el poder, acompañada de un culto a la personalidad del “líder revolucionario”. El poder debía residir en los consejos obreros o campesinos, no en la burocracia del partido.

De la misma manera, el partido oficial debió impulsar una democracia interna, opuesta de manera férrea al centralismo autoritario que le caracterizó en cada uno de los países que mencionaste. Y finalmente, debió evitar la instauración de un régimen totalitario que sofocó la crítica y provocó millones de muertos.

Foucault asiente con la cabeza, y Marx, intenso, pregunta a Durkheim: “¿Qué tan vigente sigues tú?”.

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Luis García Abusaíd

Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx