Ayer, primero de junio de 2025, murió un frágil e incipiente intento de democracia en nuestro país, que inicia -con mayor fuerza- en el año 2000 con el arribo de Vicente Fox a la presidencia de la República.
¿Qué faltó para ofrecer una mayor resistencia al arribo de la 4T en 2018 y quizá, evitar la defunción de nuestra democracia el día de ayer?
En lo económico: existió un modelo económico neoliberal que ahondó las desigualdades estructurales entre ricos y pobres. Y, en lo político, hubo una democracia incapaz de responder -mediante el voto y los candidatos- a las postergadas aspiraciones de igualdad, justicia y dignidad de las grandes mayorías. La colusión entre élites partidistas y económicas -purulenta de corrupción e impunidad- cerró este círculo del infierno que el mismo Dante hubiese envidiado.
En esa dimensión política es justo añadir otro elemento: Una transición democrática fallida. Las esperanzas aparejadas a la llegada de Fox al poder en 2000 buscaban fortalecer una democracia electoral a la par de una democracia política. Empero, dichas esperanzas quedaron truncas.
La democracia electoral fue posible hasta el arribo de Guadalupe Taddei al INE el 31 de octubre de 2023. De esa fecha a hoy, Taddei -torpe pero confiada- desmoronó la estructura organizacional y logística que cimentaba la autonomía del INE y la confianza de nuestro voto en un proyecto democrático por construir.
Por ello, el papel del INE en esta reforma Judicial fue contraria a los principios rectores de la institución: certeza, legalidad, independencia, independencia, imparcialidad, objetividad y máxima publicidad.
La democracia política, también responsabilidad del INE (y de los OPLES), ni siquiera despegó. Por ello, la participación ciudadana nunca creció de manera sostenida y la ciudadanización del poder público tampoco emergió de abajo hacia arriba, sino desde las élites partidistas hacia abajo, cuando éstas lo vieron como necesidad pragmática para validar su pérdida de legitimidad y representatividad ante las clases medias y altas.
El INE (y los OPLES) comparte con los partidos políticos la responsabilidad de esa transición democrática fallida. La burla de las candidaturas ciudadanas independientes es un botón de muestra. Y aunque hoy la oposición partidista está castrada -para variar- de responsabilidad con la patria y el INE (y los OPLES) sufrirá una reingeniería mayor -a favor de la 4T- en una próxima reforma electoral, la colusión entre partidos políticos e INE (y OPLES) será juzgada de manera negativa por la historia. Porque ambos actores, de distintas maneras, se negaron, juntos y separados, a impulsar una democracia política en México. (Continuará).

Luis García Abusaíd
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