La venta (o mejor dicho, la desintegración ordenada) de Banamex es hoy el termómetro del rumbo financiero de México. Tras tres años de idas y vueltas, Citi optó por un camino mixto: vendió 25% a Fernando “Chico” Pardo a 0.80x valor en libros unos 42 mil millones de pesos y dejó abierta la puerta para una OPI del resto.
Ese trazo dio certidumbre de gobierno corporativo (Pardo como presidente, continuidad del CEO) y una valuación base sin prima de control, pero con la promesa de profundizar el mercado de capitales local vía una colocación amplia.
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El tablero cambió cuando Grupo México (Germán Larrea) reactivó su oferta por hasta 100% del banco, proponiendo comprar 25% a 0.85x y el 75% restante a 0.80x.
En apariencia, mejora marginal respecto al trato con Pardo; en la práctica, reconfigura el dilema entre “banco público por flotación” vs. “banco anclado a un conglomerado industrial”.
Citi respondió que, aunque evaluará propuestas, su preferencia sigue siendo avanzar con la OPI para maximizar valor y certidumbre de cierre. El mercado lo leyó con cautela: las acciones de Grupo México cayeron con la noticia, reflejando el costo de capital y los riesgos de ejecución.
¿Qué ha afectado hasta ahora? Primero, la incertidumbre regulatoria y de cierre ha encarecido el “costo del tiempo”: Banamex opera bien, pero cada mes sin resolución limita su apetito de crecimiento orgánico y el despliegue de capital en crédito productivo.
Segundo, la volatilidad de mensajes (venta total, venta parcial, OPI) ha puesto un techo a la valuación, anclándola a múltiplos defensivos.
Tercero, la narrativa política de “mexicanizar” la propiedad se volvió una restricción no escrita: cualquier desenlace deberá blindar empleo, crédito a pymes y patrimonio cultural (Colección Banamex), lo que reduce grados de libertad al comprador
¿Y los beneficios potenciales de cada vía?
Con Chico Pardo + OPI: (1) gobierno corporativo profesional y menos riesgo de conglomerado; (2) oportunidad histórica de ensanchar el free float en la BMV y atraer afores y minoristas a un emisor sistémico; (3) disciplina de mercado sobre eficiencia, morosidad y digitalización. La desventaja: una OPI toma tiempo y está sujeta a ventanas de mercado; además, sin un comprador estratégico quizá haya menos sinergias duras (costos, tecnología, distribución).
Con Grupo México: (1) cierre potencialmente más rápido si se alinea el paquete regulatorio; (2) músculo financiero y de ejecución para acelerar inversión en canales y riesgo crédito; (3) narrativa de ancla nacional única.
Pero hay contrapesos: (a) riesgo de conglomerado y asignación de capital entre minería, transporte y banca; (b) sensibilidad ESG y de reputación trasladándose al banco; (c) posible aumento del apalancamiento del holding que presione calificaciones; (d) complejidad para COFECE/CNBV/SHCP al evaluar “firewalls” y transacciones parte relacionada.
La reacción bursátil ya insinúa ese costo. Tras el anuncio del viernes de una oferta para la compra del grupo financiero Banamex los títulos de Grupo México cayeron 15.43%.
Mi lectura: el mejor desenlace no es solo “quién compra”, sino “con qué reglas”. Un acuerdo que preserve el 25% de Pardo y sume a Larrea por el 75% con condiciones estrictas capitalización, independencia del consejo, límites a créditos vinculados, metas de crédito pyme e inclusión podría maximizar valor y minimizar riesgos.
Si Citi mantiene la OPI, que sea con calendario y “uses of proceeds” claros para que Banamex deje de ser un activo en transición y vuelva a ser un motor de
competencia bancaria, abaratando crédito y acelerando la bancarización. México necesita menos novela corporativa y más banca ejecutando.

CARLOS PEÑA SALAS
Especialista en estrategias de inversión.
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx