Las diferencias de aprobación a los poderes reflejan el respaldo o rechazo del amplio segmento apartidista. La presidenta goza de un apoyo mayoritario entre ese segmento, pero éste se muestra mucho más crítico del legislativo y del judicial.
La Cámara de Diputados y la Suprema Corte de Justicia de la Nación cuentan con niveles de aprobación ciudadana mayoritarios, de 54 y 53 por ciento, respectivamente, mientras que la Cámara de Senadores registra 50 por ciento de aprobación, según revela la reciente encuesta nacional de El Financiero, realizada en el mes de septiembre.
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Comparadas con la aprobación que recibió la presidenta Sheinbaum en el mismo mes, de 73 por ciento, el nivel de apoyo popular a los otros poderes, aunque mayoritario en los casos de los diputados y de la Corte, es evidentemente más bajo, con todo y que la Corte está recién renovada luego de las elecciones judiciales de junio pasado.
Analizando la encuesta, los niveles de aprobación no son lo único que diferencia el respaldo popular al Ejecutivo del de los otros poderes; también se observan algunas diferencias de fondo que vale la pena discutir, sobre todo en la base partidaria de la aprobación.
Antes de ver cuál es esa diferencia, permítame anotar un par de coincidencias en las bases de apoyo a los poderes.
La primera es la brecha de edad: los tres poderes cuentan con un mayor apoyo entre la población de mayor edad, pero con menos apoyo entre la población más joven.
Esto sucede incluso con la presidenta, cuya popularidad ha venido mostrando una creciente brecha por edad: su nivel de aprobación alcanza 81 por ciento entre las personas mayores de 50 años, pero 63 por ciento entre el segmento de 18 a 29 años, casi 20 puntos menos, según el sondeo de septiembre.
Algo similar sucede con los poderes legislativo y judicial, aunque con brechas menos marcadas: las personas de mayor edad les respaldan más y las más jóvenes les apoyan menos, al grado de que ninguna de las cámaras ni la Corte cuentan con apoyo mayoritario entre los menores de 30 años.
La población más joven es la más crítica de los tres poderes, pero mantiene un respaldo mayoritario a la presidenta. No así a legisladores o a la Corte.
La otra coincidencia es la de los apoyos sociales, que han sido un factor central en el apoyo a la ‘4T’. La aprobación a la presidenta alcanza 82 por ciento entre beneficiarios de apoyos o programas sociales, y se reduce a 60 por ciento entre las personas que no reciben dichos beneficios.
Este fenómeno se observa también con los otros poderes: la aprobación es más alta entre beneficiarios, aunque la brecha de 22 puntos en el caso de la presidenta, se reduce a un rango entre 10 y 17 puntos en el caso de los otros poderes.

Lo que estos datos revelan es que, cada uno en su nivel de aprobación, los tres poderes parecen replicar las bases de apoyo social, por lo menos con estos dos aspectos considerados: la edad y el alcance de los apoyos sociales.
La que destaca como una diferencia importante entre ellos es el partidismo. Como sabemos, la identidad partidaria es uno de los aspectos que más se relaciona con la aprobación o rechazo al gobierno.
La presidenta cuenta con la aprobación de casi la totalidad de morenistas, de la mayoría de apartidistas y de una minoría de opositores.
Las cámaras legislativas y la SCJN también tienen su mayor aprobación entre morenistas, pero es minoritaria entre opositores, y el mayor rechazo se observa entre apartidistas.
Esa es la principal diferencia en el apoyo a la presidenta y a los otros poderes: que las personas apartidistas son las que más rechazan a estos últimos.
Las diferencias de aprobación a los poderes reflejan el respaldo o rechazo del amplio segmento apartidista. La presidenta goza de un apoyo mayoritario entre ese segmento, pero éste se muestra mucho más crítico del legislativo y del judicial.
No es algo menor; se trata de un factor que abona a entender los altos niveles de popularidad de la presidenta Sheinbaum, sumado al amplio apoyo morenista.
Los apartidistas han jugado un papel de balance, pero también de cambio de opinión. La dramática caída en la aprobación del presidente Peña Nieto hace una década la inició el amplio segmento apartidista.
La encuesta de septiembre indica que la presidenta cuenta con una base sólida entre ese segmento. No así los otros poderes.
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ALEJANDRO MORENO es profesor del Departamento de Ciencia Política del ITAM y vicepresidente de la World Values Survey Association. Actualmente es Consultor/Director de Encuestas y Estudios de Opinión de El Financiero.