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Ana Karen habló y silenció la política (2)

Pero Ana Karen, imperturbable. Con fuerte voz continuó: “¡El crimen organizado nos está arrasando (como juventud)! (y) ¡es indiscutible que no se están tomando medidas drásticas! (…) Necesitamos verdadera justicia, pero (fuera de) este espacio, ¡se tiene que salir!”

“Enuncio esto para que cada una de las personas que toman decisiones (como ustedes) no solamente se centren en el discurso (de justicia) y que también pongan atención cuando estamos hablando; ¡Es importante que nos escuchen (…)!, nos miren y nos reconozcan. No queremos un enfoque paternalista ni ser usados como adornos para las campañas políticas”.

Muchos diputados ya miraban su reloj, mientras el resto no despegaba su mirada del celular. 

Pocos, muy pocos, sentían chispazos de incomodidad.

Ana Karen, incendiaria, venía a incomodar y a estrujar la insensibilidad neuronal y emocional: 

falta de empatía y de compasión, de los diputados de la CDMX pero, también, de los congresos locales y del federal en nuestro país.

Por ello, con firmeza les reclamó: “Ya como juventud nos esforzamos en llegar hasta acá y me parece una falta de respeto que estando aquí, incluso recibiendo el premio, no nos hagan caso, están en sus propias conversaciones ¡Qué clase de actitud es esta! ¡Es injusto! ¡Es una burla! 

Porque ahí nos demuestran el interés que se supone que tienen hacia nosotras”.

Ningún diputado se inmutó: Ellos vivían un escape galáctico que asfixiaba sus neuronas sin posibilidad de sinapsis entre ellas.

Finalmente, para su descanso, Ana Karen remató: “Hoy es el Día Internacional de la Juventud y merecemos reconocimiento (y) que se evidencien las problemáticas que vivimos (…) Merecemos respeto, y el respeto no se da desde el paternalismo, se da desde la lucha (…) se da desde la crítica”.

Reginaldo, un adulto jubilado que para distraerse y divertirse, acude a las sesiones del Congreso de la CDMX y a la lucha libre en la Arena México, era la única persona que miraba y escuchaba a Ana Karen con suma atención, y pensaba: 

“No lo puedo creer. Pensé que ese espíritu crítico y libertario del 68 que iluminó con rabia esperanzada Francia, Praga, México, Estados Unidos y Sudáfrica había fallecido, pero no. 

Gracias Ana Karen, a ti y a los muchos jóvenes mexicanos como tú, porque gracias a ustedes, el día que muera, estaré más tranquilo”.

Reginaldo aplaudió de pié, mientras los diputados permanecían en silencio.

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Luis García Abusaíd

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