Zonas del país como Coahuila, Nuevo León y el Bajío pueden verse afectados si no afianzan sus atractivos en otros sectores
La industria automotriz mexicana enfrenta un escenario adverso en la atracción de inversión extranjera directa (IED), luego de consolidarse durante dos décadas como el principal imán de capital productivo en el país. De acuerdo con el análisis “Aranceles, exportaciones y la posibilidad de una nueva oportunidad de nearshoring para México”, elaborado por el departamento de Análisis Económico de Banco Base, los flujos de inversión al sector automotriz se han desacelerado y podrían resentirse aún más en los próximos años debido a la política comercial proteccionista de Estados Unidos.
El estudio advierte que las medidas impulsadas por la administración de Donald Trump, que incluyen mayores aranceles al acero, aluminio y vehículos importados desde México, están reconfigurando las cadenas de valor.
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En este contexto, la industria automotriz, que entre 2006 y 2024 captó más de 91 mil millones de dólares en IED —equivalente a 15.3 por ciento del total recibido por el país—, comienza a perder atractivo para los inversionistas.
La caída fue evidente en 2024, cuando la IED proveniente de Estados Unidos dirigida al sector automotriz apenas sumó 245 millones de dólares, el nivel más bajo desde 2011.
Ni siquiera en 2008 y 2009, durante la Gran Recesión, se habían observado flujos tan reducidos, con 256 y 694 millones de dólares respectivamente. El contraste es fuerte con la década previa, cuando el flujo acumulado superó los 17 mil 500 millones de dólares, un promedio de mil 758 millones anuales.
Aunque en 2024 México recibió un récord histórico de 9 mil 466 millones de dólares de IED en la industria automotriz, la mayor parte provino de Japón, Alemania, Países Bajos y Corea del Sur, que concentraron 88 por ciento del total.
Según Banco Base, este cambio refleja la sustitución de capital estadounidense por otras fuentes, pero advierte que también estas inversiones podrían debilitarse si se mantienen los elevados costos de exportar vehículos hacia el mercado estadounidense, que absorbe alrededor del 73 por ciento de la producción automotriz mexicana.
El informe plantea que este reacomodo abre la posibilidad de una “segunda ola” de nearshoring en México, aunque ya no vinculada al sector automotriz, sino a otras industrias manufactureras que puedan beneficiarse de la relocalización de cadenas de suministro.
No obstante, subraya que regiones como el Bajío y el norte del país, altamente dependientes de la automotriz, corren el riesgo de enfrentar un freno en la generación de empleo y en su crecimiento económico si el flujo de inversión extranjera se desvía hacia otros sectores.
La advertencia es clara: el sector automotriz, motor histórico de la inversión productiva en México, podría perder atractivo ante el endurecimiento de la política comercial de Estados Unidos, y el futuro dependerá de la capacidad del país para diversificar tanto sus exportaciones como los sectores que atraigan capital de largo plazo.